Lunes, 06 de Octubre de 2025 |

La calzada romana para acceder a Linhares da Beira

Una autopista del siglo I d.C. en el camino de Emerita Augusta a Bracara Augusta.

Julen Iturbe-Ormaetxe Lunes, 18 de Agosto de 2025

La ingeniería romana de hace veinte siglos permite que nuestras bicis sigan empleando hoy en día sus caminos

 

Sabemos que el último tramo antes de llegar a Linhares da Beira por la GR22 nos introduce en una calzada romana. Todo empezó para los romanos 300 años a.C. Aquel imperio, por su extensión, tenía que mover soldados, funcionarios, civiles, mercancías y también información. Sus medios de transporte por tierra debían circular por vías más o menos acondicionadas. Dicen que aquella red de calzadas alcanzó los 400.000 kilómetros. Detrás de ellas, por supuesto, un sistema para gestionarlas. Las principales, mantenidas a expensas públicas, empleaban suelo que pertenecía al estado.

 

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Aquel imperio incluyó las tierras por las que vamos pedaleando hoy. Aunque Linhares da Beira no era una gran ciudad romana, su ubicación geográfica, dominando un valle y estratégicamente situada en una zona de paso y con recursos naturales, la hacía relevante para las comunicaciones locales. Las calzadas romanas en esta área solían ser vías secundarias o ramales que conectaban asentamientos más pequeños y explotaciones agrícolas o mineras con las grandes arterias principales.

 

De Emerita Augusta a Bracara Augusta, de Mérida a Braga. Por aquí andaba el juego. Llegamos a Figueiró da Serra y lo dejamos atrás. Ahí está. Comenzamos a pedalear entre grandes losas. El camino asciende. Es entonces cuando jugamos al transporte en el tiempo. Nos hemos ido veinte siglos atrás. Sorprendentemente no todo es tan diferente. El camino es el camino; sigue siéndolo. Sabemos que aquellos romanos disponían de muchos diferentes tipos de carros para transitar por aquí. ¿Qué emplearían para transportar mercancías? Un plaustrum era la carreta de carga más común, pero para los troncos y la madera en general usaban el sarracum. Nuestras bicis son ligeras, pero la pendiente hace sudar.

 

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El camino hace una curva de herradura. Los romanos ya pasaban por aquí en el siglo I d.C. Ahora lo hacemos sobre nuestras dos ruedas. El progreso nos trae de vuelta a un camino ancestral. Nuestro dron vuela sobre nosotros. Da fe de nuestro movimiento por la calzada romana. No se escuchan ruidos de ningún plaustrum. No hay ningún sarracum a la vista. Pedaleamos por la GR22, pedaleamos por una antigua calzada romana. Queda a nuestro albedrío imaginarnos de otra manera. Linhares da Beira sigue ahí arriba, como hace veinte siglos.

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