
Portugal es granito y qué mejor evidencia que emplearlo para el tránsito hacia la otra vida
El camino hacia Trancoso por la GR22 desde Marialva nos regala granito. Quizá es tanto como decir que nos regala Portugal. A fin de cuentas, la calçada portuguesa es sinónimo de paciencia y piedra. El suelo se humaniza a base de la insistencia de los calceteiros, auténticos artesanos del granito y de otros materiales como el basalto o la caliza. Nuestras bicis van encontrando aquí y allá, al adentrarse en pueblos y aldeas, un suelo que es, en gran parte, Portugal. Ahí, a través de cada empedrado viaja parte del alma lusitana.
Por el camino los berruecos nos salen al paso. Estas formaciones rocosas graníticas son la consecuencia de miles y miles de años de erosión. Sus formas redondeadas sobresalen en el paisaje. A veces retan a la lógica porque se empeñan en mantener algún tipo de equilibrio circense. Otras, en cambio, dejan paso a la imaginación de quien pedalea. La piedra, inerte, se humaniza también porque quien la mira cree ver alguna que otra figura familiar. ¿Quién la ha esculpido?, ¿qué mensaje nos quiso hacer llegar? Los berruecos, los bolos graníticos, los canchos, los cantos, los peñascos, los tolmos. Las barrocas, las fragas, los penedos, las couras. Simples matices en función del territorio. El granito, ese gran referente para la toponimia en Portugal y también al otro lado de la raya.
Pero, camino de Trancoso, el granito se convierte, también, en eterna compañía para la otra vida. Moreira do Rei son sus tumbas alrededor de la iglesia de Santa Marinha. El viaje en el tiempo es ineludible. Pedaleamos hasta la Alta Edad Media. La gente de entonces, entre los siglos VIII y X, no sabe cómo aunar vida comunitaria, religión y defensa. Cerca quedan también las ruinas del castillo de Moreira. Iglesia, castillo, granito, unión, comunidad: todo se convierte en una necrópolis que ha sido capaz de resistir el paso de los siglos.
Nuestras bicis se apoyan junto al pelourinho. Caminamos despacio. Las tumbas presentan una forma que imita la silueta humana, con una cabecera y una parte más estrecha hacia los pies. Son claramente antropomórficas. Aunque la mayoría son para adultos, otras, por su tamaño, debieron de ser para niños e incluso para bebés. El granito como oquedad: una tumba para la posteridad, un lugar para marchar a otra vida. Fue y sigue siendo cuestión de fe. Nuestras bicis continúan apoyadas junto al pelourinho. El tiempo se detiene por un rato. La GR22 nos trae hasta aquí y qué menos que mostrar respeto.