
Un tramo divertido y exigente en el que surcamos las aguas del río en nuestras bicis
La primavera llega otra vez impredecible. ¿Cómo vamos a encontrar la ruta? Sabemos que ha llovido bastante y, claro, mayo es un mes para presumir, por tanto, de exuberancia vegetal. La primavera pinta con matices vibrantes estos paisajes recónditos. Pues bien, pocos lugares como este tramo del GR45 encarnan esta explosión de vida que serpentea junto al río Côa. Mikel, Rafael, comenzamos la ruta, ¿no?
Desde la histórica Almeida hasta el tremendo miradouro de Faia hay terreno por delante. Este tramo, de una belleza salvaje y a menudo caprichosa, invita a fundirse con la naturaleza que nos rodea, a pedalear sin prisa y a absorber cada detalle de un ecosistema que evidencia una energía contagiosa. No se trata de kilómetros devorados, sino de momentos saboreados, de un pedaleo que resuena con el pulso tranquilo del río. Y de trazar fino con la bici.
El sendero, a veces ancho y amable, otras veces estrecho y juguetón, refleja la propia idiosincrasia del Côa. Tras las lluvias del invierno y del comienzo de la primavera, el terreno está entretenido. Más de una vez pone a prueba nuestra destreza y también, a veces, nuestra paciencia. No es una ruta para prisas; es un camino para bicis de montaña y para senderistas. Hay que estar preparado para llevarse bien con los obstáculos naturales. Son parte de la diversión. La dificultad (un término relativo depende de a quién lo preguntes) añade cierto reto. Luego, cuando nos encontramos con un tramo de sendero limpio y una panorámica gratificante, todo queda relativizado.
¿Cruzamos el río Côa? ¿Por dónde? Sobre sus aguas. Las lluvias son una bendición. El río Côa serpentea orgulloso de su cauce primaveral. Y por allí cruzamos, por un puente o un dique o vete tú a saber qué. Primero Rafael. Lo hace fácil; detrás vamos Mikel y yo. Da tiempo a sentir cómo a nuestro alrededor las tonalidades del verde se multiplican, desde el esmeralda brillante de la hierba hasta el verde oscuro de los olivos centenarios que salpican el paisaje, testigos silenciosos de innumerables primaveras. Atravesamos las aguas del río Côa. En bici.
No hay forma de evitar la referencia al miradouro de Faia. La vista del Côa allá abajo, mientras serpentea entre los bancales y las rocas, nos reconforta. Es una imagen que se graba en la memoria. Hemos llegado a través del GR45. Lo hemos hecho en una primavera cualquiera. Otra más de un territorio que se deja querer. Para pedalearlo. Con humildad y en busca de cierta comunión con el entorno. Acompañar al río a través del GR45 sirve para entender un poco mejor en qué consiste respetar a la naturaleza.