Sábado, 06 de Septiembre de 2025 |

Mujeres en bici

La Pyrene

El reto de cruzar los Pirineos de mar a mar en bici de carretera

Colaboradora: Erkuden Almagro Miércoles, 29 de Enero de 2025 Actualizada Miércoles, 29 de Enero de 2025 a las 10:20:54 horas

¿Quién no ha soñado alguna vez con cruzar los Pirineos en bicicleta?

Desde que tengo uso de razón he podido oír a muchos ciclistas que habían hecho la transpirenaica. Supongo que si hubiera sido montañera me habría pasado lo mismo, pero en versión a pie, porque estás hazañas le llegan a una cuando está en la misma honda. 


Ya vamos teniendo una edad en la que debes empezar a tachar cosas de la lista de pendientes. Este año me propuse como reto hacer mi propia transpirenaica. Busqué el nombre en la mitología y en el origen de los Pirineos. De cómo Hércules vengó la memoria de Pyrene lanzando piedras al bosque en llamas donde se escondía ella de las garras de Gerión. 


Quería que fuera una ruta tranquila, sin prisas, sin exceso de kilómetros ni desnivel. Nada de hacerla en 6 días ni cuanto más rápido, mejor. En esta etapa de mi vida necesito regodearme en cada pedalada, en cada subida, llegar con ganas de más en cada etapa. 

 

[Img #5159]

 

Organizar un viaje para una sola es relativamente fácil. Sé lo que soy capaz de afrontar en cada jornada y cuánto quiero sufrir. Pero a mí me gusta rodar en bici con más mujeres, así que lancé la propuesta por redes y al principio no tuvo mucho tirón. 


Era básicamente porque mi idea inicial consistía en hacerla en formato de autosuficiencia. Llevarme todo encima, incluso la tienda de campaña. Vale, reconozco que, por mi romántico que suene, era una locura. Así que reculé y busqué una fórmula más cómoda. Sería con coche de apoyo y alojamientos reservados desde antes de salir. 
Ahí la cosa ya cambió un poco y finalmente fuimos 10 mujeres las que nos lanzamos a la aventura de cruzar los Pirineos en bici de carretera. 


Como suele pasarme muchas veces, disfruto mucho más planificando el viaje que en el viaje en sí. Quería subir todos los puertos míticos que suben en el tour de francia, todos los duros y los más bonitos. No me extraña que haya tantas versiones de transpirenaica. Es imposible verlos todos !! 


Tirando de libros, apps y preguntando a gente que ya la había hecho antes, tracé una ruta de 11 días para hacerla asequible a todas las mujeres que íbamos a hacerla. Saliendo de Donostia - San Sebastián, recorriendo gran parte de la ruta por Francia, terminaríamos en Llança, Girona, con un buen merecido baño en el mediterráneo tras 1000 km y casi 20000 m de desnivel acumulado. 


Trazar la ruta, reservar alojamientos, y, sobre todo, buscar a alguien que nos hiciera el traslado de maletas de un punto a otro.  Esa fue mi tarea durante la primavera. Una vez todo organizado, solo quedaba seguir entrenando hasta que llegara la fecha de salida. Entrenar sobre todo el desnivel, ya que había etapas de 2500 m de desnivel acumulados. 


Con buenas previsiones meteorológicas arrancamos el día 18 de julio desde la misma playa de la Concha. Sabíamos que no iba a ser fácil y que además de la dificultad, el clima en la cordillera puede ser muy cambiante en verano. Esa incertidumbre del clima nos iba a acompañar todo el trayecto. Lo cierto es que salvo un día que nos llovió al final de la etapa, el resto de días tuvimos muy buen tiempo. Llegando a la costa mediterránea incluso hacía demasiado calor. 

 

[Img #5163]

 

 

En la primera etapa subiendo Jaizkibel aún no éramos muy conscientes de lo mucho que íbamos a disfrutar y sufrir al mismo tiempo en esta travesía. Las vistas del mar serpenteando entre los acantilados nos dejaban sin aliento mientras dejábamos atrás el faro de Higuer.

 

[Img #5155]


Tuvimos una buena guía local que nos invitó a cruzar en barca por Pasajes y ahorrarnos unos kilómetros de mal tráfico antes de subir al puerto. Tras rodar unos kilómetros por la costa francesa y adentrarnos ya en la subida el col de Saint Ignace, tuvo que volver tras sus pasos por problemas mecánicos. El tercer puerto de la jornada, Otsondo, se llevó el premio al más sofocante, ya que el calor torraba nuestras espaldas. Aún quedaba la subida a Izpegi para cruzar la frontera y no volver a España hasta la última etapa. Pudimos recuperar a nuestra geóloga favorita al final de la jornada. La localidad de St Jean Pied de Port nos acogió rebosante de peregrinos, donde pudimos pasear por sus bulliciosas calles medievales degustando la gastronomía local antes de dar con nuestros huesos en la litera del albergue. Empezamos mal. Ellos madrugan mucho y apenas pudimos descansar como nos merecíamos. 

Si tuviera que decir qué etapa fue la más bonita, quizás me quede con la que pasamos por la selva de Irati y la ascensión a Burdinkurutzeta en la etapa dos. Un puerto que es tan duro como bonito y que nos regaló unas increíbles vistas de un blanco mar de nubes en un soleado día de verano. Durante la ascensión, con rampas constantes del 10%, la luz del sol se filtraba por las ramas de los árboles ofreciéndonos un hermoso espectáculo de luces y sombras. Magia para nuestras retinas. Tras coronar el col de Bagargi, el segundo puerto del día, nos dimos un baño de realidad. No íbamos a poder comer todo lo que quisiéramos ni a la hora que quisiéramos. Los horarios en Francia son muy diferentes y tuvimos que andar con ojo para poder abastecernos de comida cada día. Y lo mismo pasaba con las cenas. Nada de dejarlo para última hora o puedes terminar mendigando una docena de churros sentada en la fuente de una plaza en algún pueblecito pintoresco. 

 

[Img #5158]

 

Ese día pasó eso mismo. Llegamos a una hermosa casita rural en la localidad de Arette. Todo era tan bucólico y retro que nada nos hizo sospechar que íbamos a tener problemas y de los gordos. La compañera que llevaba el coche de asistencia nos comunicó que se le había estropeado el coche, y no había forma de arreglarlo, con lo que debía abandonar la expedición. Mi mente inquieta empezó a maquinar un plan b antes de que se viniera abajo la moral del equipo. 


Mientras buscábamos un plan alternativo para las mochilas, se nos pasó resolver el tema de la cena. En ese pueblo no daban cenas en ningún bar! vamos, no había bares como lo hay aquí. Ahí ya me vi tirando de barritas para sobrevivir esa noche. Por suerte, vimos un par de food trucks, uno de pizzas que casualmente paraba ese día en Arette y otro junto al río con bebidas. Por suerte pudimos salvar los trastos.  


El tema de las mochilas se resolvió con un suplente que vino al amanecer del día siguiente desde Bilbao. Nos salvó de subir el Marie Blanque con la mochila al hombro. 


A veces el track que preparas en casa no te pilla bien la ruta y hace algún extraño. Con los nervios de la noche anterior no lo había revisado y nos comimos para desayunar un col inesperada, le bautizamos el col de Marie Noir. Que si lo lees en francés es “mari nuag” y si lo lees en español, pues eso, mejor no ir. Nos vino bien para que no nos pareciera tan duro el Marie Blanque. La verdad es que al llegar arriba y ver la espectacular pradera piensas que ha merecido la pena todo ese esfuerzo. 


Al bajar al pueblo de Laruns nos encontramos con un mercadillo de frutas, quesos y fiambres de la zona. Era la hora ideal para llenar nuestros agradecidos estómagos y también llevar algo de más en los bolsillos del maillot por lo que pudiera pasar. Ascendimos al col de Aubisque, uno de los grandes colosos pirenaicos con algo de niebla, que justo se quitó para dejarnos disfrutar de las vistas al coronarlo. Tras sacar la respectivas fotos de las bicis gigantes que adornan la cima, ya solo nos  quedaba bajar al coqueto pueblo de Luz Saint Sauveur, el centro neurálgico para muchos ciclistas que van a disfrutar de los mejores puertos del Pirineo, incluido el mítico Tourmalet. Habíamos completado la etapa con más desnivel de todas, 2860 m y con algo más de 100 km. Nos merecíamos unas buenas crepes para merendar y un buen plato de pasta para la cena. 

 

[Img #5190]

 

La mañana del gran día amaneció fresca: no importaba mucho ya que arrancamos la subida del temido Tourmalet desde el mismo pueblo, así que íbamos a sacar el frío en las primeras pedaladas. Algunas lo afrontaban con miedo y muchas dudas de si iban a ser capaces de completar el ascenso. Es más, todo lo que se ha hablado de él que su dureza real. Sí, es duro, pero no es imposible y nuestros cuerpos ya estaban hechos al lento avance en las subidas. Lo cierto es que subir en compañía es mucho mejor que hacerlo sola, y nosotras para eso somos muy prácticas. Nos adaptamos fácilmente al grupo y procuramos no dejar a nadie sola. Sabemos que es muy importante ir acompañada, aunque no seas capaz de articular palabra porque vas en modo ahorro de oxígeno. En ocasiones también cantamos, eso ayuda a no pensar en todo lo que queda. Son 19 km con un desnivel de 1400 m positivos y una pendiente media del 7 ‘43%. Las vistas durante la subida son muy agradables y hay gente subiendo constantemente. no tanto como en una etapa del Tour, pero la ruta se hace bastante entretenida. Gente muy pintoresca te adelantan por ambos lados, y mientras machacas tus pedales, vas disfrutando de la compañía y toda la magia que rodea a este puerto. Los últimos kilómetros se disfrutan mucho más. Las vistas son increíbles, sabes que lo vas a completar y que además hay un bar arriba. Debes cruzar la línea y ya. Ahí lo tienes. Te sientes grande, tan grande como el gigante que custodia desde la cima. 

 

[Img #5161]


Es sin duda la etapa más icónica. Una vez superas esta subida, la siguiente, Horquette d´Ancizan te parece un paseo. El riachuelo que te acompaña en las primeras rectas, la pradera con los burros en medio de la carretera, la bajada antes de llegar al alto… Puedes tomarte la subida en plan tranquilo, o meter un ataque de final de etapa para dejar claro que tu vas detrás porque quieres.


La foto en cada cima es imperdonable. Sin foto no hay gloria. 


En Saint Lary pudimos darnos un bañito en la piscina cubierta del hotel, hacer un poco de sauna y recargar fuerzas en los numerosos restaurantes del pueblo. Eso sí, si tienes que hacer coladas, ve con tiempo que hay cola. 


Podría relatarte cada etapa en este artículo, pero se podría extender demasiado y no es plan de acaparar tanta atención. 


Tengo que decirte que la llegada a Llançà no fue lo que esperaba. Me pasa igual en cada viaje. Me encanta programarlo, desarrollarlo, imaginarlo. Al final del viaje te das cuenta que el destino es lo que menos importa. Lo has disfrutado en cada puerto que subimos, cada pedalada que dimos. Una transpirenaica deja huella. Y esta, por ser la primera para nosotras mucho más. 

 

[Img #5157]

 


 

Aquí van algunos testimonios de las que participaron: 


“Una aventura inolvidable, sabía que sería un reto importante para mí (con 68 años), conseguirlo ha sido una gran satisfacción, era el objetivo de la temporada. Muy importante la buena organización y la estupenda compañía!!”
Nuria


“Todavía se me ponen los pelos de punta cuando pienso en aquellos días de julio cruzando los Pirineos. A veces me pregunto cómo fue posible que hiciera tantos km y tanto desnivel en 11 días, pero… ¡claro que fuimos capaces y, además, sin ese recuerdo de haber sufrido! Sólo me vienen recuerdos bonitos de disfrutar las etapas, los paisajes y el compañerismo del pedazo de grupo de aventureras que nos juntamos.” 
Ane


“Hacer la Transpirenaica con Erkuden y Mujeres en bici supuso cumplir un sueño que se había quedado arrinconado en un cajón durante más de 20 años, y además afrontarlo como si fuera algo fácil. Aunque muchas de nosotras no hubiéramos acumulado nunca esa suma de desniveles en tan pocos días, hacerlo con la compañía y la tranquilidad que da Erkuden lo hizo muy accesible.” 
Gemma

 

[Img #5162]

Quizás también te interese...

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.