
David Hernáiz es el editor de la web irenbici.com y ha escrito este texto en su habitual newsletter que nos dirige a todos los que le seguimos, que somos muchos. Desde nuestra publicación ANDAR EN BICI, creemos que él es nuestro compañero, no nuestra competencia como alguien podría pensar, porque tenemos similares objetivos y la misma actitud ante el reto de hacer que la bicicleta sea nuestra aliada de movilidad.
Publicamos íntegro su texto, que los que conocéis su newsletter ya habéis tenido la oportunidad de leer. Gracias David por tu testimonio.
ATG editor
Sobre las 18:30, mi hijo viene con su móvil para enseñarme un vídeo que le acababa de enviar un compañero de instituto: el barranco se estaba desbordando.
Junto a él, dejando a mi hija de 11 años sola en casa por un momento, bajamos ambos para ver por dónde venía el agua.
Por nuestra zona, en Paiporta, esto era impensable, vivimos a 600 metros en línea recta del barranco, pero dos calles más atrás de la mía ya venía una pequeña lámina de agua.
El coche lo tenía en el parking. Junto a mi hijo nos subimos en él para sacarlo y aparcarlo varias manzanas más lejos, alejándonos de donde venía el agua.
Mientras buscaba sitio para dejarlo, le dije a mi hijo que se fuera a casa con su hermana que estaba sola. Luego supe que fue un error. Aunque todavía no había agua por donde iba a dejar el coche, mi hijo llegó a nuestro patio con el agua casi por la cintura.
No supe nada de él durante 45 minutos, porque los móviles ya fallaban. Fue uno de los peores momentos de mi vida, con la incertidumbre de no saber si había llegado bien.
Cuando dejé el coche varias manzanas más allá en lo alto de una acera, ya no pude volver a casa. A solo dos calles antes de distancia, el agua me llegaba a la cintura.
Mucho riesgo. Volví a casa de mis padres, que vivían a dos manzanas y en una zona más alejada. Esa noche, no dormí con mis hijos que se encontraban solos, aunque puede contactar con una vecina y pudieron dormir con ella y su familia.
Desde el balcón de casa de mis padres asistimos a un horror indescriptible. Jamás olvidaré el ruido de la fuerte tromba de agua, los coches arrastrados calle abajo a toda velocidad, junto a cañas, ramas, contenedores, frigorificos y todo tipo de enseres que te puedas imaginar.
Todavía retumba en mi mente el crujir de los coches estampándose a gran velocidad entre ellos, contra las esquinas, escaparates… y algún grito a lo lejos de alguien desesperado.
Un horror.
Mientras tanto, el agua subía en casa de mis padres, invadiendo el garaje y el recibidor. Llegó a 1,80 metros de altura. Y te recuerdo que estábamos a 600 metros del barranco.
Entre la subida del agua y la posterior bajada, fueron seis horas de un espectáculo aterrador, que nos recordó lo pequeños que somos ante la fuerza de la naturaleza.
A la 1 y pico de la madrugada no pude esperar más, no iba a dormir, no tenía el cuerpo para dormir. Así que, cuando el agua ya había bajado hasta las rodillas, salí para ver el espectáculo y en busca de mi coche. Estaba a unos metros de donde lo había dejado, le entró agua por las ventanillas, estaba inundado por dentro, estaba totalmente inservible. No le di importancia, los míos y yo estábamos bien. Otros no pueden decir lo mismo.
Aún me dio más rabia una cargo bike que me habían dejado y que tenía en el garaje de la casa de mis padres que no pude salvar en ese momento y quedó totalmente sumergida y llena de barro.
El escenario en la calle era dantesco. Solo unos pocos nos atrevimos a bajar con las linternas de nuestros móviles porque ya no había luz en las casas ni alumbrado público. No teníamos agua corriente, ni comunicaciones… Un auténtico drama. Desastre miraras a donde miraras.
Todos los bajos, viviendas de planta baja y comercios destrozados, los coches amontonados en todas las calles, todos los parkings de los edificios llenos de agua y sumergidos, como así sucedió con mi parking y trastero, donde perdí allí una bici que también tenía.
Si esa noche fue horrible, los días siguientes no fueron mejores. Ante tal escenario, sin medios, los vecinos limpiábamos el barro como podíamos, sin palas, sin botas, sin capazos para retirar el lodo, allí nos encontrábamos los vecinos del pueblo totalmente solos.
¡ABANDONADOS DURANTE DOS DÍAS!
Hasta el tercer día no empezó a venir tímidamente la UME, bomberos, policía y Guardia Civil. Al ejército no lo vimos hasta unos días después.
Sin agua, sin luz, sin internet, teléfono ni 4G durante varios días, muchos empezamos a asustarnos porque no teníamos ni para beber, muchos tuvimos que acudir y hacer cola en una cañería que se suponía que era agua potable para rellenar botellas de agua.
Mientras tanto (sobre todo por las noches) era una ciudad sin ley, con saqueos y algunas personas sacando lo peor del ser humano.
Sin embargo, también vimos la mejor cara de las personas cuando, días después, llegaron voluntarios de toda España, trayendo más ayuda de la que podíamos imaginar.
Si no fuera por ellos, esta historia hubiera sido muchísimo peor.
¡GRACIAS!
Pero había mucha faena que hacer, al principio cada uno con lo suyo. En mi caso, a limpiar el garaje y recibidor de la casa de mis padres, semanas más tarde, pude entrar en mi trastero y pude limpiarlo.
Con amigos y familiares, también ayudamos a los vecinos, retirando barro y reconstruyendo lo que se podía.
Días después, incluso había gente que no podía salir del patio porque todavía tenía una montaña de coches amontonados en la puerta y ya no tenían ni para beber o comer dentro de casa y no podían salir de ella y les pasaban la comida o bebida con una cuerda por el balcón.
Las imágenes son muchas, todas dramáticas.
Y claro, ante toda esta situación, todo lo demás pasa a un segundo, tercero o quinto plano.
Entre ellas estar al pie de irenbici.
Por eso he estado tan ausente durante este mes de atrás, muchos lo habéis notado y me llegaba vuestros mensajes preguntando. Los que pude hablar con ellos y conocieron la situación, muchas gracias por vuestros mensajes de calor y ánimo.
Ha sido un golpe duro. Otro más, junto al fallecimiento de mi mujer hace dos años, con quien empecé este proyecto de irenbici.
Pero la vida sigue. Por muy dura que se ponga, hay que pelear, sacar lo mejor de cada uno y seguir adelante.
En cuanto a irenbici estoy retomando las riendas; me llevará tiempo, pero poco a poco esta cuenta volverá más fuerte.
Aunque hoy no he hablado mucho de bicis, debo decir que durante esta crisis, la bicicleta ha sido el mejor medio de transporte. Muchos han dependido de ella para moverse, y la solidaridad ha sido tan grande que se donaron bicicletas para quienes las necesitaran.
La bici siempre está presente para solucionar problemas.
Si has leído hasta aquí, gracias de corazón.
La newsletter de hoy era una edición diferente, fuera de la habitual, pero necesitaba contar lo sucedido.
Un placer como siempre y nos vemos en la siguiente.
Un abrazo enorme,
David.