Domingo, 07 de Septiembre de 2025 |

Un día de perros

Francisco Prieto

Apenas he dormido. Me he levantado intranquilo, como si algo malo fuera a suceder. Un atasco monumental ha retrasado la llegada del autobús al protocolario control de firmas, cumplimentado sobre la campana. En la salida neutralizada, he sufrido un pinchazo en la bici y, al producirse la estampida inicial, hemos sido incapaces de entrar algún integrante del equipo en la fuga del día. Como consecuencia, reprimenda del director que nos ha mandado tirar del pelotón durante bastantes kilómetros. Mi foro interno estaba convencido de que nos había ido el caballo y aquello era, simplemente, un castigo.

La tranquilidad para nuestras piernas maltrechas duró poco. El mal fario seguía al acecho. La bolsa de avituallamiento se enganchó al recogerla y provocó mi rídicula caída. Abrasiones por el cuerpo acompañaron un viaje a meta con más peripecias. De la nada, fuertes aguaceros aparecieron para acompañarnos durante un buen tiempo. Cuando todo volvía a su cauce, al paso por un pueblo, un perro suelto provocó la psicosis general. Poco faltó para besar el suelo por segunda vez.

Finalizada la etapa, quedaba la segunda parte de la perorata del aún cabreado director. El masaje y una cena nos debían recobrar el ánimo. Sin embargo, ahora ya en la cama, el estómago me está provocando retortijones. Tiene toda la pinta de intoxicación alimentaria porque al compañero le sucede lo mismo. Cuando encamino mis pasos al baño, observo en el alféizar de la ventana como un gato negro parece reírse de mi triste figura.

 

        

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