Domingo, 07 de Septiembre de 2025 |

Relatos breves

EL HIJO DEL FARERO

Francisco Prieto

 

Detestaba ser el farolillo rojo. Quedar en esa fatídica última posición era, para él, una forma de reconocer que se había equivocado de profesión. Su padre, antiguo lobo de mar antes de convertirse en farero, le decía que lo importante era siempre llegar a meta, pero su hijo negaba con la cabeza como en este momento subido a la bicicleta en las peores condiciones metereológicas posibles.

 

 Aterido de frío, con un doble chubasquero granate, intentaba a duras penas convertirse en el acantilado que resiste el embate de las olas, convertidas en ventisca en aquella subida interminable. En una densa niebla que apenas permitía ver más allá de la propia figura, el hijo del farero parecía más bien la sombra fantasmagórica de un barco a la deriva. Estaba luchando contra sí mismo. Cada pedalada era un intento desesperado por alcanzar la cima y evitar su particular naufragio. Ahora su padre no podía, como tantas otras veces, obrar el milagro desde su faro donde iluminaba con maestría, en plena tormenta perfecta, a aquellas embarcaciones a punto de encallar.

 

En su prolongado esfuerzo, el ciclista se mantenía concentrado, aunque por momentos creía escuchar a ambos lados una especie de alaridos que le guiaban de forma acústica al final de su calvario. Transcurrido un tiempo incalculable, traspasaba una línea en el suelo que correspondía con la meta. Su cuerpo agotado parecía entonces liberarse. Sin embargo, no sabía que justo inmediatamente detras de él, aparecía en escena el coche escoba.           

 

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