Miércoles, 22 de Octubre de 2025 |

Omán

Pedaleando en busca del pájaro “roc”

Texto y fotos: Antoni Tarragón Lunes, 13 de Mayo de 2024

El viernes 8 de diciembre del 2023, lo que equivaldría en el calendario islámico al 24 Jumadi Al-Awwal del 1445, aterrizamos en Muscate, la capital del Sultanato de Omán, un país ubicado en el suroeste de Asia, limitando con el mar Arábigo, el golfo de Omán y el golfo Pérsico, entre Yemen, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Omán tiene una superficie de unos 300.000 km², lo que equivale a aproximadamente la mitad que la Península Ibérica.

 

A pesar de tener una economía basada principalmente en la exportación de petróleo, o como consecuencia de ello, sorprende que el 80% de la fuerza laboral esté compuesta por migrantes procedentes, principalmente de Bangladés, Pakistán, India, etc… que trabajan en la agricultura, la construcción y en los comercios, i de mujeres procedentes en su mayoría de Filipinas dedicadas a trabajos domésticos. Mientras tanto, los omaníes empleados están mayormente integrados en el sector público, como militares, policías, educadores, profesionales de la salud y en comercios para las clases adineradas, y curiosamente como taxistas.


Nos encontramos con un país donde la forma estricta del ibadí del islam está presente en cada aspecto de la vida diaria de sus habitantes. El ibadismo, es una rama del islam que no se adscribe ni al sunismo ni al chiísmo. Omán es el único país del mundo con una mayoría de población que practica el credo ibadí. Más del 75% de los omaníes profesan esta fe.


 La ignorancia acerca del Islam y la falta de comprensión de esta religión, de su historia y de sus prácticas, ha generado malos entendidos y temores infundados en diversos sectores de la sociedad. Es importante destacar que el islam es una fe diversa y compleja, con una rica historia y una serie de prácticas culturales con una amplia gama de interpretaciones teológicas, y que algunas de las cuales también son rechazadas por la mayoría de musulmanes. 

 

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Km 0

 

Después de aterrizar, pasamos 24 horas en Muscate, dedicadas a cambiar moneda, adquirir gas, obtener tarjetas SIM y abastecernos de comida en la capital, antes de dirigirnos en coche al que será el “km 0” de los 1300 que recorreremos durante 19 días con nuestras bicis. 


El fuerte de Nakhal, en la región de Batina, es el punto, una gran fortificación situada a unos 80 kms de Muscate.
Después del selfi de rigor frente a su puerta, damos las primeras pedaladas sobre un buen asfalto con arcén, hasta llegar al desvió que por una pista nos llevará a nuestro primer destino: las montañas Al Hajar, que significa “Montañas de piedra”, las cuales forman un cinturón entre la costa y el desierto, siendo una de las cadenas montañosas más altas de la península Arábica.

 

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Durante el trayecto transitamos entre un paisajes áridos y cauces secos de ríos estacionales, llamados wadis, pero todo y así, sus habitantes consiguen zonas fértiles durante todo el año, con huertos y palmerales, gracias a ser irrigados por un ingenioso sistema de riego que permite llevar el agua proveniente de los manantiales y acuíferos situados en las montañas hasta las huertas, a través de túneles subterráneos y pequeños canales, muchas veces a lo largo de varios kilómetros. 


La primera noche acampamos junto a un “fajal”, que así se llaman estas acequias ancestrales, justo a la entrada del desfiladero del Wadi Bani


A la mañana siguiente afrontamos las primeras cuestas “made in” Oman, son empinadas y resbaladizas, imposibles de subir pedaleando, vamos lentamente empujando nuestras bicicletas a pie durante unos interminables kilómetros, en ocasiones se nos hace muy difícil mantener el equilibrio y avanzar. 

 

A medida que ganamos altura, el paisaje se vuelve más abrupto, seco, rocoso y polvoriento, con barrancos esculpidos durante siglos por los ríos estacionales (wadis), que en ocasiones hay que descender a ellos y remontarlos de nuevo por la otra orilla por cuestas que más bien parecen paredes.


Nos reponemos a base de Coca-Colas en Ghafdi donde hay de todo.

 

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Los siguientes días vamos acampando junto a los falaj que riegan las huertas y palmerales, que encontramos cerca de pequeñas y humildes poblaciones, asegurándonos así una mínima ducha diaria.


En la ruta, y antes de pernoctar en el Wadi Damm, nos detenemos para visitar  las tumbas en Al Ayn, situadas sobre un montículo que se divisa desde la lejanía, es una importante necrópolis del milenio III, con 19 tumbas-colmena alineadas en la cima. Estando algunas de ellas aún bien conservadas, sus siluetas se recortan frente a la magnífica montaña de Jebel Misht que les hace de telón de fondo.


El paisaje es absolutamente fascinante.

 

Deslomarse para llegar al Balcón de Jebel Shams

 

Wadi Damm es un hermoso lugar para acampar, con varias zonas de árboles y un falaj, la acequia por el que transcurre el agua que nos servirá para asearnos y lavar nuestra sudada ropa. 


Un desfiladero con algunas pinturas rupestres en sus rocas, que bien valió la pena adentrarse para tomar un baño en alguna de sus pozas.

 

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Este es el sitio ideal para descansar antes de afrontar la dura etapa de la próxima jornada. La que será la etapa reina. Desde aquí sale la pista con unas progresivas subidas que más adelante se convierten en pendientes de infarto. 


Nos detenemos en una pequeña mezquita para reponernos a su sombra y abastecernos, ya que las mezquitas son verdaderos oasis, nos las iremos encontrando en los sitios mas recónditos, y siempre por pequeña que sea, siempre, disponen de agua filtrada y refrigerada, de toma de electricidad y de baños… todo un lujo para el ciclista. 

 

Afrontamos los últimos kilómetros empujando nuestras bicis por rampas infernales, hasta llegar al altiplano que curiosamente esta asfaltado, pasamos de largo frente a un par de resorts, vamos bordeando en ocasiones la profunda garganta  sobre el Wadi Nakhur,  hasta llegar a Al Khitaym, situado a 2000 metros sobre el nivel del mar. Pernoctaremos allí, en el borde del acantilado,  a unos 1000 metros por debajo de nuestros pies transcurre el wadi. 

 

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Aprovechamos la tarde, para acercarnos al llamado Balcón de Jebel Shams, punto de partida del trekking que resigue un sendero colgado en la pared del desfiladero, un paseo espectacular, con magníficas vistas de la montaña más alta de Omán de unos 3000 metros.


Después de la caminata, y de vuelta a Khitaym, nos sentamos a disfrutar de un tranquilo y agradable atardecer observando los últimos destellos del sol iluminando las paredes del cañón.

 

Al día siguiente, descendemos y no podemos resistirnos a adentramos  unos kilómetros por el pedregoso Wadi Ghul, hasta aproximarnos al enclave donde sobre nuestras cabezas, allí en lo alto, la noche anterior estábamos durmiendo.  

 

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Regresamos a la ruta principal y nos dirigimos a Al Hamra, al llegar nos castigamos una vez más subiendo los empinados 8 kms hasta Mistaf Al Abriyeen, un impresionante pueblecito de 500 años de antigüedad situado en la ladera de la montaña con un entramado de falaj (acequias) que riegan las huertas y palmeras, situadas en pequeñas terracitas de tierra fértil, arropadas por pequeños muros de piedra adosados en la ladera.

 

Al Hamra está muy bien surtido, incluso con un pequeño taller de bicicletas, aquí repusimos mínimamente nuestras despensas, ya que no es necesario llevar provisiones para mas de 3 días, siempre encontramos unas pequeñas “groceries” donde comprar cuatro cosas básicas. 

 

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Visita obligada al casco antiguo con edificios de adobe de varias plantas, en una callejuela nos topamos con un hammam muy rudimentario, con solo tres pequeñas estancias correlativas separadas únicamente por unos trapos a modo de cortinas, por debajo de las cuales circula el agua termal por un pequeño canal. Que se sigue utilizando como baño publico.

 

El orden dentro del caos en la subasta de animales

 

Nos dirigimos a Nizwa, dando un rodeo por carreteras secundarias para visitar el Castillo de Bhala. Era imprescindible llegar la noche del jueves a Nizwa, ya que todos los viernes y antes de que aparezcan las primeras luces del día, empieza el ajetreo en el tradicional Mercado de Animales.

 

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Llegamos puntuales, y desde un rincón observamos el transcurso de los acontecimientos. Paulatinamente van llegando los animales con sus propietarios, y algo más tarde los futuros compradores y algunos turistas. Todos se dan cita, en una estructura circular, donde se subastarán los animales, todo empieza de golpe, cuando los propietarios arrancan dando rápidas vueltas alrededor de la estructura con sus cabras y vacas, vociferando el precio de salida de su animal, que entre gritos y regateos se lo queda el mejor postor, con previo toqueteo del vientre y dientes del animal.

 

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La presencia de unas pocas mujeres nos sorprende, y mas aun cuando algunas de ellas van ataviadas con la “batula”, la máscara de metal fino forrado de tela que les cubre la punta de la nariz, los labios superiores y las cejas, que aun las utilizan algunas mujeres de los estados árabes del golfo Pérsico.

 

 

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Deambulamos el resto del día entre el fuerte, el zoco de armas y el de alimentos, y nos perdemos por el barrio donde conviven los bengalíes, pakistaníes, etc.… en su gueto.


En un par de días y un par de centenares de kilómetros afrontamos otra etapa reina, por una pista de tierra con subidas imposibles donde nos toca de nuevo empujar nuestras bicis durante kilómetros, finalmente llegamos al altiplano Salmah, donde a la sombra de una pequeña mezquita comemos chocolatinas, dátiles y algún que otro embutido de nuestra tierra que nos está acompañando. 

 

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Después aprovisionamos de agua fresca atacamos como podemos los últimos repechones hasta toparnos con los restos de las tumbas de Beehive que están diseminadas en el alto de la cordillera.


Dejamos atrás los desniveles no aptos y acampamos, contra todo pronóstico fue una noche muy fría,  amanecimos con nuestras tiendas cubiertas por una fina capa de hielo que se derritió con los primeros rayos de sol.


Después de un descenso vertiginoso de 15 kms desde la cota 1600, llegamos a orillas del mar.


¡¡¡En Tiwi nos “lanzamos” sobre un atún a la brasa con patatas fritas!!!, que se nos atragantaría por la tarde empujando de nuevo nuestras bicis por cuestas remontando el Wadi Tiwi durante 8 kilómetros hasta llegar a Migam donde nos dimos un merecido chapuzón en la cascada.


Nuestra siguiente destinación es Ras Al Hadd, no sin antes detenernos en Sur para visitar los astilleros donde aun se construyen barcos de madera artesanalmente, cuatro años de trabajos les lleva poder botarlos.

 

La fortuna de presenciar el desove de una tortuga

 

En Ras Al Hadd, tuvimos la fortuna de presenciar, durante la noche, el desove de una tortuga en una playa cercana, el proceso, que dura varias horas, es fascinante y nos sumerge en la naturaleza.


La hembra salió del agua y se arrastró por la playa hasta situarse a una veintena de metros de la orilla, donde cavó un hoyo con sus aletas, y dentro de él cavó un nido donde deposito los huevos, los cuales cubrió cuidadosamente con arena antes de regresar de nuevo al océano. 


Las pequeñas tortuguitas eclosionan sobre los 2 meses de incubación, pero la inmensa mayoría de ellas mueren en manos de sus depredadores. 

 

El silencio absoluto

 

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El sol cada vez aprieta mas, nos dirigimos a Fulayi Al Mashayikh, interminables kilómetros sobre un asfalto que irradia calor, el sudor se evapora al instante, los bidones de agua enfundados en calcetines mojados nos van refrescando. Por sorpresa, junto a la carreta, en medio de la nada, aparece una mesita con cinco grandes termos de café, de té y vasitos desechables, puestos allí por un omaní anónimo para mitigar la sed de los viajeros. Y aún más sorprendidos nos quedamos, cuando se detiene un coche y su conductor deposita junto a los termos 50 botellitas de agua helada…  y se va. 


Una vez hidratados, seguimos nuestro camino hasta llegar a orillas del desierto  Rub al-Jali,  frente a nosotros, hasta donde se pierde nuestra vista, hay un mar de dunas,  intentamos llegar a Fulayi bordeándolo por una pista lateral, pero nos es imposible pedalear sobre  la arena allí depositada. Es un desierto difícil de cruzar incluso con el transporte moderno, y forma una barrera natural entre el sultanato y el interior de Arabia.


Damos un rodeo y cuando nos disponíamos a buscar un lugar para acampar, el destino, o mejor dicho la hospitalidad omaní hace cambiar para bien nuestros planes.  Hoy es festivo, es viernes, frente a la puerta de una vivienda, una chica con su hijo de corta edad en brazos nos invita a pasar a su casa, lo cual nos sorprende, allí nos presenta a su cuñado, el cual, mientras compartimos un café, fruta y dátiles y conversaciones, nos propone que lo acompañemos a pasar la tarde y noche en el medio del desierto con un grupo de amigos suyos. Lógicamente aceptamos sin la menor duda.


Parece ser, que cada viernes se reúnen en una jaima, allí tertulian tomando café, dátiles, fruta y pastelitos a todas horas y pasan la noche.


Vamos en su flamante Toyota, sorteando a lo rally el mar de dunas, hasta el punto de encuentro a unos 25 kilómetros. Progresivamente van llegando los amigos, cada vez que llega uno, todos se ponen en pie y él saluda uno a uno a los presentes con un fuerte apretón de manos, mientras mirándose fijamente los ojos presionan sus narices, una contra la otra.


En total nos reunimos más de una veintena de hombres ataviados con sus túnicas blancas impolutas. Cuando anochece, cenamos hurgando con la mano derecha en los distintos platos de pollo, arroz, alubias, pasta, chapati…  riquísimo!


De esta noche salieron interesantes conversaciones, sobre política y economía, también diseccionamos las cinco reglas del islam y el papel de la mujer en Omán, y así, contraponiendo y discutiendo las antagónicas visiones llegamos a la conclusión consensuada de que la mejor fórmula es la tolerancia. Reconozco que en ocasiones utilizamos el comodín internacional del futbol.


Y llego la hora de ir a dormir, acostados entre dunas y escuchando el silencio del desierto.


He recorrido varios desiertos de África, en Mauritania, Argelia, Mali, Níger, Egipto, Sudan, … y sigue “absorbiéndome” su silencio absoluto, un silencio imposible de encontrar en ningún otro sitio, allí tumbado sobre la fina arena, rodeado de estrellas, te oyes, oyes el crujir de tu cuerpo.


Y con las primeras luces del día, se activa el sentido de la vista con el tono rojizo de las olas que forman las dunas de fina arena. 


Desayunamos alrededor del fuego y poco después partimos, es la vuelta a la realidad. Nos despedimos, no sin antes intercambiar nuestros contactos,  y a media mañana nos reencontramos con nuestras bicicletas.

 

De vuelta a la costa toca natación, pero en un wadi

 

De vuelta a la costa, a la altura de Qalhat, improvisamos un vivac en un cobertizo de una playa solitaria, el mar está en calma, durante la noche nos acompaña la música de las suaves olas, y esporádicamente el motor de alguna pequeña embarcación de pescadores.


Después del desayuno típico de galletas, café con leche y frutos secos, organizamos las alforjas y partimos. A los pocos kilómetros nos toca un cursillo de natación, al llegar al Wadi Shab abandonamos las bicis y el culote, y ataviados con sandalias, un bañador y una bolsa estanca recorremos el wadi hasta la cueva y cascada del final, el trayecto conlleva nadar algunos tramos de un centenar de metros entre acantilados. Precioso recorrido.


Ya de vuelta a la ruta principal, pasamos por el cráter de Bimmah Sink Hole, para poco después detenernos en Thibab, y en su “Coffe shop” celebramos la Navidad saboreando un pollo masala y brindando con Coca-Cola.

 ¡No podemos quejarnos!

 

 

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Después del café, y sin tiempo para la sobremesa, dejamos atrás la costa hacia un destino que nos sorprendió gratamente, no sabíamos gran cosa de él. Fuimos resiguiendo el amplio desfiladero del Wadi Al Arabiyin, hasta llegar a una pequeña cascada sin gran interés, pero un poco antes salimos del wadi subiendo un fuerte repecho, y a los pocos kilómetros nos adentramos a una meseta de rocas negras, es un paisaje lunar. Un cambio radical a todo lo visto hasta entonces.


Anochece, y cuando buscábamos un lugar sin piedras para acampar en este árido y abrupto lugar, aparece por sorpresa un wadi caudaloso, es el Wadi Dhayqa Dam. Sus pozas, un regalo para nuestros sudorosos cuerpos.
Al día siguiente la ruta se complica un poco, pedaleamos por el centro del wadi y los cantos rodados son la constante, finalmente llegamos a Yiti donde nos desviamos a Al Khairan, una pequeña península de acantilados escarpados, con varias islitas y calitas, algunas de las cuales hacen la vez de puerto natural donde los pescadores amarran sus barcas. Desde lo alto del acantilado, descendemos empujando nuestras bicis por un pedregoso sendero para acampar junto al romper de las olas en una solitaria playa.


Prácticamente han caído todas las hojas del calendario, y destinamos el último par de días en deambular por el Mercado de Pescado y perdernos por el laberinto de pasadizos del nada despreciable Zoco en Muttrah. Estamos claramente en zona turística, Muttrah está invadida por los centenares de pasajeros que descienden de tres enormes cruceros fondeados en su puerto. 


Al día siguiente huimos hacia Muscate por carreteras costeras, desviándonos únicamente para visitar la Gran Mezquita del Sultán Qaboos, inaugurada en el 2001, donde se “albergaba” la alfombra y la lámpara de araña más grandes del mundo.


La alfombra de una sola pieza, contiene 1.700.000.000 nudos, pesa 21 toneladas y se tardó cuatro años en fabricarla por 600 tejedoras y la lámpara en Alemania, pero el record duro pocos años, la envidia de los países cercanos hizo que rápidamente los batieran.

 

Brother

 

Subimos al avión quemados por el fuerte sol de estos días, al coger altura y con la nariz pegada a la ventanilla, observamos como Omán se va alejando, un país que sin tener nada claramente imprescindible, alberga importantes contrastes paisajísticos y culturales.


Alzamos el vuelo sin haber coincidido con el pájaro Roc, dicen que es tan grande, que puede volar transportando un elefante entre sus garras, un mito o una realidad que solo lo sabe Simbad el Marino.


Allí abajo dejamos un pueblo hospitalario, a muchos amigos… sus WhatsApp no acallan, “brother, vuelve cuando quieras, esta es tu casa”. 
                                                                                                                                    A lo que respondemos con un [Img #4169]

 

MÁS INFORMACIÓN

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@viatjantpocapoc

 

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