
La suerte estaba echada. Había participado en varias ocasiones en el sorteo para poder asistir a los rallies que organiza la marca Komoot exclusivos para mujeres. Y nunca había tenido la suerte de que me tocara.
Fue en julio, mientras estábamos en el campamento de verano en Saint Lary cuando me llegó el aviso de que tenía una plaza de las 75 que había para el rally de noviembre. Era nada más y nada menos que en Arizona, Estados Unidos. Pedí ayuda para que me confirmaran que lo que estaba leyendo era real. Si, Erkuden, te han cogido, me dijo Blanca. Y al instante solté un grito de emoción. Ya no dormí en toda la noche. Mi cabeza no paraba de pensar en toda la logística que aquello supondría. El vuelo, los alojamientos, los traslados, el desierto, llevar las cosas en la bici de gravel…
¿Qué son los rallies de Komoot?
Komoot es una app sobre rutas de todo el mundo, que se puede usar en el móvil y en el ordenador. Tiene muchas funciones como navegador gps, tanto online como offline, así como una buena base de datos de rutas y colecciones de los usuarios.
Lael Wilcox, embajadora de la marca, es una ciclista americana de larga distancia. Ella empezó a participar en este tipo de pruebas a los 27 años, en 2014. Observó que no había muchas mujeres participando, incluso ella no tenía referentes en las que poder fijarse. Opina que muchas mujeres necesitamos un pequeño empujón para poder dar grandes pasos. Así que empezó a organizar estos pequeños rallies muy similares a las carreras en la que ella participaba pero sin ese punto de competición que tanto nos frena a muchas.
Gracias al patrocinio de komoot, ideó este tipo de eventos sólo para mujeres. Mujeres que necesitamos ese pequeño empujón para dar algún paso más en el aprendizaje sobre rutas de bikepacking, iniciarse en la larga distancia, viajes de aventura, etc.
La preparación del viaje
Al inscribirte en este evento ya dejan claro que no es para cualquiera. Debes estar preparada para rodar durante 8 días seguidos con la bici llena de bolsas. Con bastante más peso que el que lo haces habitualmente. Y sobre todo y más importante, saber que es en un formato de autosuficiencia. Que todo va a depender de ti. Que tú te debes buscar tanto la comida, el agua y donde sea que vayas a dormir, llevar tus herramientas, tu botiquín, tu cocinita… Y todo eso debe entrar en alguna de las bolsas que le pongas a tu bici. No se recomiendan alforjas por el tipo de terreno por el que se transita.
Ya se habían hecho varios rallies de este tipo en Europa, Turín- Niza, Montañas Vacías y Gran Guanche en España así como otro en Eslovenia ese mismo año. El de Arizona era el primero que iba a ser en Estados Unidos, concretamente en Tucson donde de vive Lael.
Pronto subieron las organizadoras la ruta que íbamos a tener en cubrir en 8 días. 633 km con 7750 m de desnivel positivo por el desierto de Sonora y el parque natural de Coronado. En algunos tramos incluso rodamos por el conocido Arizona Trail, una ruta que atraviesa todo el Estado.
Mi lema es “que la vida te pille entrenada”. Y es que nunca sabes cuándo vas a tener la oportunidad de vivir una experiencia así. Por suerte estaba entrenada y tan solo debía preocuparme por encontrar la configuración perfecta para transportar todo mi equipaje en la bici.
La app de Komoot tiene, entre otras cosas buenas, la opción de dividir la ruta en varios días dándote mucha información sobre el clima, el tipo de terreno, lugares donde dormir. La zona donde íbamos a estar no es muy poblada, así que los puntos de pernocta fueron más o menos elegidos por la organización.
Se creó un grupo de WhatsApp para consultar dudas sobre el evento. Tuvimos una charla online donde nos contaron algunos aspectos que debíamos tener en cuenta durante el rally.
Para empezar, íbamos en noviembre, una buena época para no pillar mucho calor durante el día. Las noches podían ser frías y nos recomendaron llevar un buen saco de dormir y tienda de campaña. Al ser en este formato, tú decides si dormir a cubierto en alojamientos o te llevas tu tienda. Yo opté por este último y así no estaba condicionada a llegar al final de la etapa si estuviera cansada.
Otro aspecto a tener en cuenta era el agua. Íbamos a rodar por zonas muy desérticas, con pocos servicios de abastecimiento de agua y comida y nos recomendaban cargar al menos 5 litros diarios y algo de comida como para dos días.
Lo más difícil de todo era la logística, llegar hasta allí, tener la configuración óptima de las bolsas de la bici. Lo suficiente para no dejarte nada y que no pesara demasiado la bici. Aunque, sinceramente, siempre es demasiado peso.
Una vez ya pillado el vuelo, resuelto el tema del traslado y alojamientos antes del evento, ya solo quedaba esperar a que llegara el día y dar las primeras peladas. Fue entonces cuando se pasaron todos los nervios. Iba tranquila, confiaba en que teniendo la ruta cargada, comida, agua y la tienda podría hacer lo que me propusiera.
Las Etapas
Las etapas no eran especialmente largas. Se hacían duras por el tipo de terreno por el que ciclábamos. La subida al Mount Lemmon del segundo día, con un firme bastante duro e irregular, o los días de llano intentando mantenernos sobre las bicis en los tramos de arena o no dejándonos la dentadura en unos tramos ondulados como las patatas fritas.
Los primeros kilómetros de la ruta los hicimos en grandes grupos, todas rodando a buen ritmo por un carril bici para salir de la ciudad de Tucson. Pasados ya ese tramo, cada una fue buscando su ritmo y se fueron formando pequeños grupos. Casi siempre eran por nacionalidades. Había quien iba sola, pero casi todas teníamos nuestro grupo de referencia. Celia, Cristina, Merybeth y yo formábamos el autodenominado Spanish Team.
Una vez fuera de la ciudad y tras hacer algunos kilómetros por carretera, empezó la primera subida del primer día. Pegaba el sol, la pista se inclinaba hasta incluso 12 % de pendiente y el peso de la bici se dejaba notar. Fue un baño de realidad. Esto iba a ser la tónica de cada día. En algún momento íbamos a pasar algún mal rato. Por suerte íbamos en grupo y nos podíamos animar unas a otras.
La que sin duda fue la etapa más dura de todas fue la segunda con la ascensión al Mount Lemmon. La etapa no era especialmente larga, pero el terreno no dejaba ciclar con facilidad y tuvimos que hacer gran parte de la subida empujando la bici. Esos momentos suelen ser muy duros para todas las personas que montamos en bici. Se siente cierta decepción cuando se pone el pie en suelo, como si fuera un signo de impotencia o debilidad. En este caso, era una señal de inteligencia. Subir andando era más ecónomo, energéticamente hablando, que hacerlo sobre las bicis. Por suerte la llegada al alto, a 2500m de altura y poder pasar la noche a cubierto con una buena cena en nuestros agradecidos estómagos, fue toda una bendición.
También había tramos de carretera. Uno de ellos fue la bajada de ese mismo monte. Una bajada que nos eclipsó a todas. Tardamos casi tanto en bajarla como en subirla de todas las veces que paramos a fotografiar las hermosas rocas que se veían a cada lado de la ruta.
Durante los primeros 6 días había rodado con el grupo. Lo percibía como un espacio seguro. Pero los dos últimos días preferí explorar mis límites. Salir de esa capsula de seguridad que me había creado en mi mente y me dejé llevar. Rodar más rápido hasta quedarme exhausta siguiendo la rueda de las más rápidas, perder el miedo a comunicarme con mi escaso inglés, rodar sola guiándome por mi gps… vivirlo de otra manera. Me imagino que hacerlo con tu grupo de amigas debe ser una experiencia muy enriquecedora.
Comer, beber, dormir
Pasábamos prácticamente todo el día montando en bici. Desde que amanecía hasta que empezaba a caer la noche. Era entonces cuando debíamos darnos prisa e intentar llegar al punto establecido para dormir aprovechando los últimos rallos de sol. Casi siempre dormíamos en unos camp ground o camping habilitados donde la gente puede acampar libremente.
Algunas noches incluso pudimos hacer fogatas a la luz de la luna. En algunos había agua para lavarnos o cocinar, en otros no. De ahí que fuéramos siempre tan cargadas de agua.
Los días iban pasado y es cierto que cuando sólo te tienes que dedicar a dar pedales, beber y comer, no echas nada en falta. Las pocas comodidades que tienes las aprecias cada día más. Encontrar un pequeño colmado o mini market en la carretera, una gasolinera con agua fresca, poder prepararte una cena de aguacate y tomate ya era todo un lujo. Y ya no te cuento si tienes la oportunidad de comerte una hamburguesa al más puro estilo americano cuando has pasado dos día sin comer comida normal.
Momentos
Fueron varios días de pequeños placeres en pleno viaje: La cena en la cabaña de madera del Mount Lemmon, el camping con ducha caliente en Patagonia, bañarnos desnudas en el Lakeview, la hamburguesa en el Wendy´s, los masmelow en la fogata de la última noche, rodar en la grupeta junto a Lael a toda velocidad sintiendo el aire en la cara, el crepitar de las ruedas sobre la arena del desierto, las imágenes de los saguaros, cactus gigantes con curiosas formaciones a modo de brazos vigilando nuestros pasos…
También hubo momentos malos. Empujar la bici nunca es agradable, sobre todo estando tan cargada. Tampoco lo es tener problemas mecánicos. Por suerte no dejaron de ser un par de pinchazos y algún cambio en mal estado de las compañeras de equipo, que para ocho días de ruta no son muchos. En mi caso tuve un enganchón con un cactus y se me clavó en toda la mano derecha. Fueron como veinte agujas clavadas a la vez. Se me puso la mano morada, se hinchó y pasé un mal rato. Una chica de la zona me dijo que no me preocupara, mientras me liberaba de los pinchos con una gran navaja. Sentirás un hormigueo durante un buen rato, pero no irá a más. Eso me tranquilizó. Ventajas de viajar con gente local. Son esos recuerdos, las imágenes de esos momentos, los olores, sabores, sensaciones en la piel, las que se quedan en tu memoria.