
El año pasado publicamos en los números 8 y 9 de la revista un reportaje sobre la costa de la región del Centro de Portugal. Aveiro o Nazaré son seguramente lugares fáciles de reconocer. Los moliceiros de Aveiro, esas embarcaciones de alegres colores que parecen primas hermanas de las góndolas venecianas, se suelen quedar a vivir en el recuerdo. Lo mismo sucede si llegas a ser testigo de las inmensas olas de hasta treinta metros de alto que quedan inmortalizadas en fotografías icónicas con el farol de Nazaré en primer plano. En cambio, el interior de la región Centro de Portugal quizá resulte más desconocido. Pues bien, en este y en el siguiente número de Bizikletan – Andar en Bici esperamos contribuir a que lo sea un poco menos. Vente para Vozuela, que vamos a pedalear por la Ecopista do Vouga. En el siguiente número lo haremos desde Viseu por la Ecopista do Dão.
– Ángel, se te ve fino.
– Hace años ya que llevo una dieta muy frugal, con solo una comida principal al día.
– Bien, bien, bien. Creo que esta ruta te va a poner a prueba. Vete preparándote para sucumbir ante los pasteis de Vouzela. Avisado quedas, compañero.
¿No veníamos a andar en bici por la Ecopista do Vouga? Sí, pero no solo de dar pedales viven quienes llevan una vida abnegada, dedicada al cicloturismo en sus más variadas manifestaciones. Así pues, Ángel, vete haciendo hueco en el estómago, que no hay quien se resista a los pasteis de Vouzela. Eso sí, para disfrazar nuestra gula, hemos llegado a comprender que estos pasteles son cultura gastronómica con mayúsculas. Cuentan con su propia ruta por el pueblo, con visita a doce lugares emblemáticos para entender el porqué de semejante delicia pastelera. Historias de secretos, de recetas que pasaban de madres a hijas, un verdadero arte. Han conseguido, además, la medalla de oro en el concurso de Confitería Conventual Portuguesa, no te digo más. Así que tuvimos que vestirnos para la ocasión.
– Y la Ecopista do Vouga ¿cómo conecta con los pasteis de Vouzela?
– Vamos con ello, Ángel. Hay mucho pastel en toda esta historia. Desde la antigua estación lo entenderemos mejor.
El tren llegó hace cien años y con él, claro está, una manera de distribuir el producto más allá de lo que hasta entonces había sido posible. El pastel de Vouzela viajó por las vías del tren hacia Aveiro y hacia Viseu. Sí, de la misma forma en que lo vamos a hacer nosotros estos días. Ahora con bicis de gravel y entonces a lomos de vagones arrastrados por enormes locomotoras, como una de vapor Henschel E202 que luce junto a la estación, con su correspondiente depósito de agua cerca de ella. Por cierto, la que fue estación de tren es hoy estación de autobuses. Cosas del progreso, suponemos.
Quizá no sea muy ortodoxo presentar una ruta cicloturista a través de unos pasteles, pero tras varios días en Vouzela, hemos pensado que no había manera de obviarlos. Ya nos contarás si te vienes a pedalear a esta parte de Portugal. No digas que no te avisamos.
Junto a la antigua estación, queda el centro BTT. Si buscas información para planificar salidas por la zona, ese es un buen recurso. Sin embargo, la ruta más obvia y familiar para pedalear con tranquilidad es la Ecopista do Vouga. La opción oeste te lleva hasta Sernada do Vouga, mientras que la este te acerca a Viseu. Son algo más de 40 kilómetros para la primera opción y unos 50 para la segunda. Hacia Sernada predomina el terreno descendente; hacia Viseu el GPS dijo que salvamos algo más de 400 metros de desnivel acumulado. Os contamos estas dos opciones. Eso sí, nosotros hemos contado con la guía de David y Rita, de la empresa Portugal A2Z Walking & Biking, todo un lujo. Bueno, y no olvidamos tampoco a Teresa y a Dinis. ¡Obrigado!
La Ecopista do Vouga desde Vouzela hasta Sernada do Vouga
El inicio en dirección hacia Sernada ofrece un primer aliciente: el Ponte do Caminho de Ferro en Vouzela, construido en 1913 y cerrado al tráfico ferroviario en 1983. Llevamos cien metros y ya estamos haciendo fotos. En realidad, el puente es más fotogénico desde el pueblo porque permite captar mejor la majestuosidad de sus 15 arcos de piedra. Más abajo, sobre el río Zela, queda otro puente, hoy parte del Camino de Santiago, que daba entrada al pueblo y donde antaño se pagaban los peajes por las mercaderías. La construcción de la vía férrea trajo el contrapunto, al conectar Vouzela con la costa y con Viseu, la capital de referencia en esta parte del Centro de Portugal. Así que, tras las fotos de rigor, continuamos ruta.
Es mi primera experiencia con una gravel y enseguida me doy cuenta de por qué atrapa a tanta gente. Se rueda fácil y no lastra como lo hacen las cubiertas de las bicis de montaña a las que estoy acostumbrado. La ruta alterna tramos típicamente graveleros de tierra prensada –con algo de piedra suelta– junto a otros asfaltados. El pedaleo se hace entretenido, aunque conviene prestar atención para no tragarse alguna de las barreras metálicas de color rojo y amarillo que impiden el acceso de coches y quads y que se reparten con frecuencia a lo largo del recorrido.
Pasado el Ponte do Caminho de Ferro de Vouzela, nos dirigimos al encuentro de las antiguas estaciones que salpican el recorrido. Así, se irán sucediendo las de São Vicente de Lafões, Oliveira de Frades, Pinheiro de Lafões, Nespereira, Santa Cruz, Arcozelo das Maias, Ribeiradio, Senhora de Lourosa, Cedrim, Paradela, Poço de Santiago, Foz do Rio Mau y Carvoeiro, antes de llegar a la estación de Sernada do Vouga.
A los pocos kilómetros de comenzar nos topamos con un hermoso hórreo que da cobijo a unas señoras calabazas. Continuamos y, tras la restaurada estación de São Vicente de Lafões, atravesamos Oliveira de Frades, en donde la ecopista callejea por viales empedrados, ya que el trazado original ha sido ocupado por diversas construcciones. Dejamos a la derecha la gasolinera de Pinheiro (útil, con su loja, por si necesitas cualquier cosa) y pedaleamos por otro puente en curva. Todavía de mayor porte es el siguiente viaducto: el de Ponte dos Melos, que antecede a la estación de Nespereira, y que es otra de las infraestructuras destacadas de la ruta. Entre viaductos y túneles nos vamos entreteniendo.
Seguimos hacia la estación de Arcozelo das Maias, que se ve bien rehabilitada, y a la que se ha dado uso como centro juvenil. Entramos en una zona de vegetación más cerrada. Aunque por la zona predomina el eucalipto, la ecopista permite también adentrarse a tramos en la vegetación autóctona con un claro protagonista: el castaño. Nos detenemos un buen rato en la estación de Senhora de Lourosa. Todavía se puede observar el puesto en el que se dispensaban los billetes de tren. Para que sintamos aún más cerca aquella época un cartel nos advierte:
“Atenção aos comboios. Pare, escute, olhe. Proibido o transito pela linha.”
Otra paradinha en Cedrim. Su estación luce hermosa y antecede a unos entretenidos toboganes que nos acercan a la de Paradela. Queda poco para alcanzar uno de los principales hitos de la ecopista: el Poço de Santiago. Estamos ante uno de los puentes de mampostería de piedra más altos de Portugal: casi 30 metros de altura con 11 arcos para salvar una longitud de 165 metros. Aunque es fácil darse cuenta de la dimensión que tiene la obra, recomendamos, si tenéis la ocasión, de pasar en otro momento por debajo y así observar su enorme arco. La ecopista continúa y nos acerca al río. Se pega a su margen derecha, justo por encima de la N16. Allí encontramos una vía del Camino de Santiago que viene de Caramulo y, a través del valle del Vouga, se dirige hacia Albergaria-a-Velha. Se cumple el dicho: no hay forma de llevar a cabo una travesía de larga distancia en bici en la Península Ibérica sin toparse con alguna vía del Camino de Santiago.
Poco después terminamos esta primera ruta en la estación de Sernada do Vouga. Desde allí la línea de tren permanece aún activa –la única de vía estrecha en funcionamiento en todo Portugal– y permite enlazar con Aveiro. Nosotros aprovechamos para comer en un pequeño y bullicioso restaurante que regentan unos holandeses, según nos explicaron. Por cierto, allí comimos el primero de los fantásticos arroces que hemos podido degustar en nuestra estancia en tierras lusitanas.
Muy recomendable es acercarse hasta el Museo Ferroviario de Macinhata do Vouga, que forma parte de la Red Nacional de Museos Ferroviarios y que queda a apenas tres kilómetros de Sernada. Para ir hasta allí se cruza otro curioso puente sobre el Vouga, compartido entre trenes y coches. El museo es una estupenda oportunidad de entender la cultura ferroviaria, que en su día supuso un importante progreso para estas zonas de difícil acceso. Protegido por San Amaro, patrón de los ferroviarios, podrás incluso montar en un vagón de la época y volver atrás en el tiempo o admirar los curiosos “Auto Rail”, que se construyeron a partir de chasis de camiones Panhard. Si tienes ya cierta edad seguro que te vienen recuerdos de aquellos interminables viajes en tren.
La Ecopista do Vouga desde Vouzela hasta Viseu
La segunda opción cicloturista de la Ecopista do Vouga nos dirige desde Vouzela hasta Viseu. ¡Pasajeros! ¡Al tren! Perdón, perdón. ¡Pasajeros! ¡A sus bicis! Les informamos que transitaremos con destino Viseu pasando por las estaciones de Termas de São Pedro do Sul, São Pedro do Sul, Real das Donas, Moçâmedes, Bodiosa, Travanca de Bodiosa, Mozelos, Campo y Abraveses. Boa viagem!
Si la ruta hacia Sernada nos conduce a través de un amable descenso, la que nos lleva a Viseu lo hace en un amable ascenso. Son antiguas vías de tren; nunca vas a encontrar pendientes pronunciadas. Bueno, comenzamos bajando porque el ascenso en sí no comienza sino tras dejar atrás São Pedro do Sul. Las famosas termas quedan a nuestra izquierda, allá abajo, junto al río Vouga. Sí, desde luego que bien merecen una visita, sobre todo su antiguo balneario, de origen romano, con una primera fase de construcción que data del siglo I d.C. Mira que se cuidaban estos romanos.
Nuestra ecopista afronta un tramo todavía sin terminar antes de entrar en el pueblo de São Pedro do Sul. Tenemos que atravesar otro hermoso viaducto, el Ponte do Pego. Si has visitado el Museo Ferroviario de Macinhata do Vouga quizá te suene, ¿no? Efectivamente, en el museo tienen una reproducción en el típico azulejo portugués de tonos azules. El puente se construyó en 1914 y un panel informativo junto a él nos aporta los datos: casi 90 metros de largo y 23 de alto que se soportan sobre diez arcos.
La estación de São Pedro do Sul luce espléndida. Se ve animada. Hay un café y dan ganas de sentarse un rato en su terraza, pero tenemos obligaciones. ¡Que dura es la vida del cicloturista! Menos mal que en pocos metros nos detenemos de nuevo un buen rato. Cruzamos el Vouga por ¡otro viaducto! En este tramo la ecopista tiene “tráfico”: gente caminando, corriendo o en bici.
Quizá por eso el siguiente tramo es tan sugerente. Dejamos atrás el pequeño ajetreo en torno a São Pedro do Sul y, acompañados de una fina lluvia, nos adentramos en una zona en la que la vía del tren tuvo que excavar profundas trincheras y túneles para abrirse paso hacia Viseu. En Real das Donas una locomotora a vapor CP Serie E103 de 1907, fabricada por Emil Kessler, de Esslingen (Alemania) nos saluda desde su jaula de cristal. La criatura pesa 32 toneladas y hacía uso de 3.500 litros de agua y de casi una tonelada de carbón para cumplir con su trabajo. No está nada mal, ¿verdad?
Seguimos ruta. A la izquierda del camino la Igreja Velha de São Miguel do Mato queda un tanto escondida. Antecede a otra, de mucho mayor porte: la de San Miguel Arcángel, en Bodiosa. A su lado, el cementerio añade pinceladas de melancolía a este día gris que nos acompaña. Creemos entender, de alguna manera, la saudade portuguesa. En fin, nos toca pedalear, poco a poco, hasta Viseu.
Salimos de una zona más aislada y forestal por la que veníamos a un entorno mucho más transformado por la mano del hombre. La “civilización” gana terreno. Nos dirigimos al kilómetro cero de la Ecopista do Vouga, ya dentro de las calles de Viseu. Lo que hoy es una rotonda para el tráfico de vehículos ayer fue la antigua estación. Símbolo del pasado, el depósito de agua del que se alimentaban las locomotoras de vapor resiste como puede el paso del tiempo. No muy lejos de allí, Viriato, el Aníbal bárbaro, el terror de Roma, inmortalizado a través de la escultura de Mariano Benlliure, hace guardia.
Viseu nos acoge. ¿Cómo no acercarse hasta la plaza empedrada de la catedral y dejarse caer por su museo? Dos claustros, uno sobre otro, te esperan. Si puedes, consigue una visita guiada. Hay mucho que aprender de una obra que comenzó fiel al románico y terminó por abrazar el gótico. Por supuesto, con especial querencia por el estilo manuelino.