No llueve. Pruebas evidentes de calentamiento del planeta. Demasiadas emisiones de CO2. El uso de la bicicleta para la movilidad en el transporte conviene a un mundo que dice proponerse combatir la emergencia climática en la que vivimos. En ocasiones, pienso que hay algo que falla más que las voluntades políticas y las actuaciones de organizaciones militantes para conseguir revertir la situación.
Falta que hagamos más amable y seguro el tráfico para los que andamos en bici. Y faltan muchos elementos. La Comisión Europea ha elaborado recientemente una Declaración Europea sobre la Bicicleta que eleva esta forma de desplazarse a prioridad estratégica, con el ánimo de impulsar la consecución de objetivos climáticos europeos, proponiendo en 36 compromisos, la promoción del uso de la bicicleta, inversiones, fiscalidad, apuesta por el turismo en bicicleta y por la industria. Declaraciones, compromisos…
Pero lo que más echo en falta es la cultura ciclista en nuestra forma de organizar y pensar la vida. Vivimos en casas, y trabajamos en centros con demasiadas dificultades para guardar las bicicletas. Ni siquiera tenemos una bicicleta “algo” preparada para usarla diariamente. Pero aún nos falta más: cultura ciclista, destrezas básicas de conducción, educación vial, perder el miedo a las calles, y que sean los jóvenes y niños los que se desplacen a las escuelas, institutos y universidades en bici. Si ellos se mueven así, los mayores también lo haremos.
A esto le denominamos“cultura ciclista”, determinante para el cambio de hábitos.
En esta cultura, va implícita una forma de vida, también en la planificación de nuestro tiempo libre, de los fines de semana y vacaciones. Organizar nuestro tiempo libre atendiendo a criterios de selección de nuestra forma de viajar a destino, y de realizar actividades que ayuden a reducir nuestra huella de carbono, es un referente que debe estar presente en nuestras decisiones. Utilizar transporte público para medias y largas distancias, y hacerlo en bicicleta o a pie en desplazamientos de proximidad, es posible, es mucho mejor, es más barato también. Y eficiente.
Dice la filosofía que la educación, la cultura, consiste en la forja del carácter y las costumbres de las personas y de las organizaciones. Que ello determina el fondo y forma de afrontar bien los quehaceres cotidianos. Las personas tendemos a comportarnos de acuerdo con las convenciones sociales que conformar nuestro entorno de proximidad.
Esto es lo que debe ocuparnos y preocuparnos. De algo servirán las infraestructuras viales y los avances en las nuevas tecnologías que se implementan en las bicicletas. Pero sin cultura ciclista, sin hábitos, no avanzaremos mucho. En nuestra educación, en la de niños y jóvenes, nos jugamos los verdaderos cambios que necesitamos para que el tiempo juzgue toda nuestra obra.