
Pocos deportes pueden ser practicados cuando los años se nos acumulan, y el ciclismo es uno de ellos.
Aún durante más tiempo podemos utilizar la bicicleta para realizar ejercicio o para desplazarnos en lo cotidiano, eliminando de nuestra mente la competición y sus normativas.
Y es que esta preciosa máquina es ciertamente respetuosa con las estructuras corporales que se van deteriorando, como los músculos, las articulaciones o el sistema cardiovascular.
En el caso de los huesos no es tanta la ventaja.
Si exceptuamos aquellas personas que practican el “mountain bike” u otras modalidades agresivas que implican saltos e impactos, el esqueleto no mejora su densidad ósea rodando en bicicleta de carretera.
La causa pudiera ser la ausencia de impactos.
Sin embargo, ese mismo hecho hace que tal ejercicio sea muy adecuado para las articulaciones, como veremos.
Respecto a la musculatura, cuya cantidad y potencia vamos perdiendo de forma natural con el paso del tiempo, la bici presenta un par de aspectos muy positivos:
· Las contracciones musculares no son violentas, sino que aplicamos fuerza de forma progresiva, por ejemplo, para vencer la resistencia de los pedales.
· Podemos regular el nivel de esfuerzo y adaptarlo a nuestra capacidad con un simple cambio de desarrollo.
De esas dos formas, sin forzar los límites musculares, vamos mejorando la capacidad de contracción de las fibras y nos movemos cada vez mejor.
Por esa suavidad o progresividad es tan difícil sufrir roturas de fibras o de tendones andando en bici, cuando en otros deportes o ejercicios más violentos, se producen.
Además, podemos reforzar de forma específica algunos músculos, como los que ayudan a estabilizar la rodilla, porque el vasto interno y el externo se activan más pedaleando que andando.
En casos concretos, sencillos y leves cambios de posición sobre la bici nos permiten modificar el trabajo y la presión que debe soportar casi cualquier articulación o músculo, especialmente en las extremidades inferiores.
Subir ligeramente el sillín reduce el esfuerzo de flexión de la rodilla, y basta con retrasar algo el apoyo del pie sobre el pedal para disminuir el trabajo del tobillo y del músculo sóleo, y aumentar la actividad del glúteo medio y del recto anterior.
Por ejemplo, las caderas, las rodillas y los tobillos soportan mucho menos carga o presión pedaleando que andando, lo que permite realizar actividad física a personas que tienen delicadas algunas de esas articulaciones.
La presión soportada entre la tibia y el fémur, o la tensión de los ligamentos cruzados son manifiestamente menores andando en bicicleta que a pie, lo que nos da la oportunidad de realizar ejercicio incluso si esas estructuras no están en buen estado.
Además, los rangos de movimiento están fijados por la posición en la bicicleta, lo que hace prácticamente imposible que, por ejemplo, alguien sufra un esguince en tobillo, rodilla, cadera, codo u hombro pedaleando en ella. A excepción de sufrir una caída, claro está.
De hecho, en deportistas de otras modalidades se utiliza el pedaleo cuando han sufrido ciertas lesiones articulares, para mantener la buena condición física cardiovascular.
Por ejemplo: una persona con un esguince de ligamentos laterales externos del tobillo puede pedalear y conservar su forma ejercitándose en bicicleta, estática o normal, puesto que al fijar el calzado al pedal no podrá forzar esos ligamentos dañados.
La bicicleta, en suma, resulta ser un excelente recurso frente a ciertas artrosis, o para recuperarse tras lesiones articulares de las extremidades inferiores.
Y no son esas las únicas razones que hacen interesante la bicicleta para las personas de edad o las que sufren deterioro muscular y articular.
Diversos estudios científicos realizados con gente de entre 44 y 79 años, han demostrado que algunas de las cualidades que se pierden con el envejecimiento, como el equilibrio, el tiempo de reacción o respuesta y el de toma de decisiones mejoraba tras andar en bici apenas 1 mes o 1 hora por semana durante 3 meses.
Esa mejora, junto con la mayor fuerza de piernas que nos aporta el pedaleo, son claves para reducir la posibilidad de padecer caídas al andar a pie, que son la antesala de graves riesgos para la salud.