Sábado, 06 de Septiembre de 2025 |

Embarazo y bicicletas

Texto: Dr. Kepa Lizarraga Fotos: José Miguel Llano

El embarazo es un estado de salud, pero es habitual que genere dudas sobre qué actividades podemos practicar y cuales nos conviene moderar o evitar durante su evolución.

A su vez, andar en bicicleta es un ejercicio saludable para casi todas las personas, edades y situaciones. Y debemos reconocer que aporta numerosos beneficios, pero no podemos negar que tiene algunas contraindicaciones.


Entre los beneficios podemos citar el de mantener un buen tono muscular, especialmente en las piernas, lo que facilitará el soporte del aumento de peso que genera el embarazo.


También el aparato cardiovascular se beneficia del pedaleo regular, consiguiendo mantener una buena adaptación del corazón a las exigencias extra que tiene que afrontar durante la gestación.


Por otra parte, el aumento de tamaño del feto en la cavidad abdominal suele producir ciertas dificultades al retorno venoso, facilitando que los pies o las piernas se hinchen, formándose edemas, pero la actividad muscular de las piernas los drena bombeando la sangre hacia arriba.


Además, ese ejercicio ayuda a mantener los niveles correctos de tensión arterial y de glucemia, que el embarazo puede alterar.


Un efecto similar nos aportará a la hora de mantener el peso dentro del rango normal de aumento durante la gestación, evitando que la masa grasa sea excesiva.


También conviene recordar que durante ese periodo se producen importantes cambios hormonales, y andar en bicicleta aumenta la producción de endorfinas, que alivian las molestias y producen sensación de bienestar.


Esa es la cara positiva de utilizar la bicicleta durante el embarazo.

 

Pero, tanto si utilizamos la bicicleta como vehículo, como elemento de ocio o como herramienta de competición, no podemos ocultar que el riesgo de caída y colisión corporal es mayor que el asumido al andar.
Y ese es un aspecto fundamental a la hora de enfocar este artículo.


A simple vista podemos deducir que las consecuencias de un accidente pueden ser más graves cuando el embarazo está ya muy adelantado que en sus primeras semanas o meses.


Por eso es habitual que se propongan diferentes pautas de uso de la bicicleta en función del tiempo transcurrido.
No se trata solo del ciclismo. También la práctica del esquí alpino, el patinaje, el karate y otros deportes de contacto se limita, de forma general, a partir de los 5-6 meses de embarazo.


Por otra parte, hay que considerar que hay embarazos normales y otros que pueden presentar alteraciones o riesgos especiales. Por ello deberemos tener muy en cuenta la opinión del personal sanitario que lo supervise.
Un caso concreto puede ser la aparición de hemorroides a causa del embarazo.


Está claro que la presión y el roce del sillín en la zona perineal pudieran agravarlas, haciendo desaconsejable el uso de la bicicleta.


Otro aspecto a considerar es el de la intensidad del esfuerzo. De forma general, y pedalear, no se escapa a esa recomendación, no es aconsejable hacer esfuerzos intensos durante el periodo de embarazo.


Se trata de que el organismo trabaje siempre consiguiendo el oxígeno que le permite hacer un esfuerzo aeróbico.
Si la intensidad es demasiado elevada, todo el cuerpo sufrirá cierto déficit de oxígeno y se acidificará, lo que no es positivo para el feto.


En este sentido, debemos tener en cuenta que nuestro peso aumentará a lo largo del embarazo, lo que hará que necesitemos hacer un mayor esfuerzo que antes para rodar a la misma velocidad.


No es que la mujer embarazada pierda eficacia en el pedaleo, porque cuando se analiza el gasto de energía en relación al peso, la proporción se mantiene. Pero es comprensible que, si el peso corporal aumenta en varios kilos, nos costará más movernos. Especialmente en pendientes positivas.


La badana es un elemento que debe ser muy tenido en cuenta a la hora de escoger el material para rodar en bicicleta, y de forma particular, durante el embarazo.


Materiales, formas y espesores, si son bien escogidos, ayudarán a mantener la salud y la comodidad de esa delicada zona de apoyo.


Y algo similar ocurre en cuanto al sillín, que deberá ser ancho y poco convexo, para adaptarse a la mayor amplitud de la pelvis femenina, especialmente en fases avanzadas de embarazo, de forma que el apoyo del peso tenga lugar sobre las tuberosidades isquiáticas, y no sobre partes blandas del periné.


Diversos estudios proponen limitar el uso de la bicicleta convencional a partir de los 5-6 meses de embarazo.
Sin embargo, ni todas las mujeres, ni todos los embarazos, son iguales, por lo que parece lógico intentar que ese consejo sea individualizado por personal sanitario.


¿Y cuando el volumen corporal puede interferir en nuestra habilidad o incrementar el riesgo en caso de caídas o impactos?

Una alternativa a partir de ese momento sería el uso de la bicicleta estática.
Eso sí: respetando la recomendación de limitar el nivel de esfuerzo y procurando que el lugar de pedaleo sea fresco y aireado, evitando los perniciosos efectos de un exceso de calor.


Por lo tanto, ¡consulta y disfruta de la bicicleta incluso durante el embarazo!

 

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