Viernes, 26 de Septiembre de 2025 |

Ruta

De Segovia a León

Una transmeseta castellanoleonesa en invierno

Texto y fotos: BICI:MAP (Valeria H. Mardones y Bernard Datcharry) Domingo, 11 de Junio de 2023

Te proponemos esta ruta mesetaria para disfrutar del invierno, entre Segovia y León por el Camino de Santiago de Madrid, el Camino Natural Vía Verde del Eresma y un tramo del Camino Francés.

Conocíamos la meseta castellana solamente en primavera. Por este motivo elegimos el invierno, para calibrar la profundidad de la soledad y del silencio de estas tierras olvidadas, que parecen ningunear la variedad paisajística. En esta época los caminos de Santiago dejan de lado el tumulto que suele echar para atrás a muchos ciclistas. Prácticamente se vacían. Por supuesto, hay unos cuantos inconvenientes invernales: salir a oscuras, lidiar con el fresquito mañanero, pisar sus escarchas, rodar por las nieblas. En las alforjas echamos ropa térmica, mallas largas, guantes térmicos, bragas de cuello gruesas... Por delante tenemos una semana. Las etapas las iremos improvisando, según el día, el ritmo de la marcha, los imprevistos. Rodaremos por  pistas, antes que por carretera, lo que significa batallar, en unas cuantas ocasiones, con el barro, la arena y las piedras.
Prepárate, los días son cortos y fríos, aunque no necesariamente duros.

 

Primer día

SEGOVIA - COCA (63 KM)
De pinos y antiguo ferrocarril

 

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Estuvimos en un tris de tomar el Camino Natural del Eresma que empieza cerca de la estación de tren de Segovia. Nos evitaría la travesía urbana, pero nos perderíamos las magníficas vistas que ofrece la bajada al río Eresma y a su vez la subida a Zamarramala. Nos dirigimos pues a la glorieta de la Puerta de Madrid para tomar una avenida que pasa cerca del famoso acueducto, desvío imprescindible para los que no lo conozcan.


La calle de la Cuesta de los Hoyos, que baja al río, es en todo su recorrido un mirador sobre la catedral y el alcázar. En la subida a Zamarramala hay otros dos balcones, uno junto a la iglesia de la Vera Cruz, la más oriental y enigmática de las iglesias segovianas, y otro más arriba en la ermita de San Roque.


En Zamarramala tomamos una pista que nos mete de lleno en los típicos paisajes castellanos: campos y más campos, de vez en cuando con ciertos aromas porcinos. En Los Huertos, pequeña aldea sin pretensiones, bajamos para tomar el Camino Natural del Eresma, la antigua vía del ferrocarril de la línea Segovia - Medina del Campo acondicionada como vía verde. Nos esperan unas larguísimas rectas prácticamente llanas. Los kilómetros podrían caer sin casi sentirlos, pero el viento nos da de cara y el pedaleo no es fluido. 


En el km 38 de la vía, tomamos la carretera a Santa María la Real de Nieva para visitar su bello claustro y tomar algo caliente. De vuelta al antiguo ferrocarril, el camino natural se pega a las vías del AVE. De nuevo las rectas parecen infinitas. Atravesamos un hermoso pinar de pinos resineros, chorreados de resina solidificada por el frío. Huele a miera.


El viaducto sobre el río Voltoya nos avisa que pronto debemos desviarnos a Coca. Divisamos su impresionante castillo construido en ladrillo y argamasa. Sus descomunales proporciones, su impetuoso foso y su triple anillo de gruesos muros escalonados dejan claro sus intenciones defensivas. Desde la torre del homenaje se divisa la torre románica de San Nicolás de Coca y, más allá, siempre el mar de pinares que alcanza el horizonte. 

 

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Segundo día

COCA - SIMANCAS (58,7 KM)
Por el Camino de Santiago de Madrid

 

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Ayer un lugareño nos dijo, ¡no os metáis por los pinares! Los pinos de Tierra de Pinares se asientan sobre un suelo de arena blando. Lo sabíamos, se pasa mal. Avanzar por el Camino de Santiago de Madrid cuesta el doble y requiere un extra de técnica y atención. Decidimos entonces retomar la vía verde. 


Amanece y volvemos a ver el castillo, ahora la luz es más fría. La bajada al puente sobre el río Voltoya enfría y la subida nos hace espabilar de una vez por todas. En un pispás llegamos a Ciruelos de Coca. Conserva la estructura orignal de la antigua estación; también quedan los talleres, los servicios e incluso se ven los restos de un cambio de agujas. Enseguida dejamos atrás los pinares. Se nota que la vía no se utiliza mucho, los conejos escavan sus madrigueras en los taludes y la vegetación invade la plataforma reduciéndola a un estrecho sendero.

Pero se puede ciclar, aunque hay que estar atentos a los abrojos que se clavan como agujas en los neumáticos. La vía verde acaba en la antigua estación de Olmedo. La N-601 lleva directamente al Parque Temático del Mudéjar, que reúne varias fortalezas y templos castellanos de este estilo arquitectónico. Un olmedano tuvo la paciencia de reproducirlos fielmente, ladrillito a ladrillito a escala 1:6, es decir, seis veces más pequeños que en la realidad.


Para conectar con el Camino de Santiago de Madrid y evitar la nacional damos un rodeo por Hornillos de Eresma. Nos esperan 6 km por un camino con tramos pedregosos. Junto al puente de Piedra sobre el río Adaja hay un área de descanso, a la derecha queda la ermita de Siete Iglesias, justo en la confluencia del Adaja con el Eresma.

Un repecho difícil de subir termina en una rectilínea pista agrícola que lleva directamente a Valdestillas. Tenemos que cruzar el pueblo de cabo a rabo y ha crecido más a lo largo que a lo ancho; son casi dos kilómetros. El río Eresma se salva por el puente antiguo y la bajada al Duero se hace esperar, pero por asfalto cubrimos este tramo rápidamente.


En Puente Duero, un barrio de Valladolid, cruzamos el río Duero por su puente medieval. Vemos al primer peregrino acercándose al albergue situado a orillas del río. Simancas, donde la oferta hostelera es amplia, está a tiro de piedra. El cómodo carril bici de la CL-600, que viene de Valladolid, atraviesa el pinar de Simancas. Después de salvar el río Pisuerga por un magnífico puente medieval, no queda otra que ‘escalar’ al pueblo. Las rampas acaban precisamente delante del castillo. El edificio trasmite una sensación de fortaleza inexpugnable, y no es de extrañar, ya que guarda algunos de los documentos más importantes de la historia de España. Un breve paseo por el pueblo lleva a la plaza del Mirador con vistas sobre el río Pisuerga, el puente viejo y el nuevo, la fábrica de harinas y la pequeña presa. Difícil de olvidar.

 

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Tercer día

SIMANCAS - MEDINA DE RIOSECO (47,1 KM)
Las parameras de los Montes Torozos 

 

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Dejar Simancas atrás significa dejar el valle del Duero para atravesar los Montes Torozos de sur a norte hasta encontrarnos, poco antes de Medina de Ríoseco, con la Tierra de Campos. Valladolid es la única provincia de España sin montañas. De hecho, en los Montes Torozos abundan dos tipos de llanuras: las de abajo abiertas por riachuelos y las de arriba, una paramera plana como la palma de la mano. En resumen, son como varios platos soperos puestos boca abajo. Sufriremos las pronunciadas cuestas que comunican ambos niveles, el desnivel no es importante, pero el piso pedregoso dificulta el pedaleo.


Las pistas agrarias con varios sube-baja llevan a Ciguñuela, pequeño pueblo con un campanario impresionante que no llegamos a ver hasta el último momento. La mañana es de niebla y se vuelve aún más densa al alcanzar la paramera. Su encanto fantasmagórico provoca una sensación de quietud y silencio enigmático, magnificado por unas figuras de peregrinos silueteadas sobre chapa de acero. Los cambios de dirección se suceden y bajamos a Wamba, la única población española que empieza por la letra uve doble. Debe su nombre al rey Godo que fue elegido aquí. Aparte de encerrar mucha historia en su nombre, lo interesante es lo que esconde su pequeña iglesia. En su interior destacan los arcos mozárabes de herradura, una columna en forma de palmera, pero lo más llamativo es sin duda el osario en un edificio anexo, cientos de calaveras, tibias y fémures apilados hasta el mismo techo. Tras esta alegoría de vida y muerte, abandonamos el pueblo. Aún queda mucha etapa y la niebla se disipa.

 

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Volvemos a subir a la paramera, esta vez las piedras sueltas casi nos hacen echar pie a tierra. Un camino de tierra lleva a un campo de aerogeneradores y comenzaremos a ver la torre de la iglesia de Peñaflor de Hornija, todo parece muy llano. Nada más lejos de la realidad. Las flechas amarillas enfilan directo una profunda hondonada. A fin de evitar de nuevo otra subida infame, damos un rodeo por la carretera. Peñaflor de Hornija se asienta al borde del páramo, estuvo rodeada de murallas, sin embargo, el tiempo se las llevó por delante, pero no su condición de atalaya privilegiada. En un costado del pueblo, una esquina del paseo de Ronda hace de mirador improvisado sobre el valle del Hornija. Tras la bajada por unos escalerones viene, cómo no, la consiguiente subida al páramo ¿Será la última? 


Castromonte nos recibe con sus murales sobre el Camino y su pequeña plaza donde descansar antes de llegar a la llamada Ciudad de los Almirantes. Entramos en la ciudad por la antigua estación y subimos por la rúa Mayor con sus viejos soportales corridos. En una pared de un edificio vemos al famoso cocodrilo del río Sequillo, que según la leyenda aterraba a los riosecanos. Medina de Rioseco es una ciudad encantadora donde se pueden contemplar sorprendentes obras de arte, como la Capilla de los Benavente en la iglesia de Santa María y, también, saborear ricos dulces. Contamos hasta seis pastelerías. Definitivamente nos quedamos.

 

Cuarto día

MEDINA DE RIOSECO - SAHAGÚN (67,5 KM)
El Canal de Castilla

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Se sabe que no siempre el camino más corto tiene porque ser el más aconsejable. Para salir de Medina de Rioseco han señalizado tres opciones. La más corta sigue el trazado de un antiguo ferrocarril no acondicionado. Otra discurre por la Cañada Real Leonesa paralela a la N-601. Elegimos la tercera que sigue el Canal de Castilla, tenemos buenos recuerdos del canal. 


Salimos de la dársena, junto a la antigua fábrica de harina de San Antonio. El Canal de Castilla fue todo un reto de ingeniería decimonónica que sirvió para transportar el trigo a los puertos del norte. No hay pérdida, se trata de seguir el camino de sirga, primero el de la orilla izquierda y en el puente de Villalón el de la derecha. Lo seguimos hasta la séptima esclusa. Hasta ahora no nos habíamos percatado que ya pedaleamos en Tierra de Campos. Esa enorme comarca severa, sin árboles, ni fuentes, ni verdores, una tierra de llanuras cerealistas de horizontes infinitos, pero con unos cielos tan limpios que ensanchan el ánimo. 


Atravesamos Tamariz de Campos y Moral de la Reina, pueblos donde es raro encontrar alguien a quien saludar. A la salida de Moral nos topamos con el temido barro, avanzamos como el coche de San Fernando, un poquito a pie y otro andando, hasta las puertas de Cuenca de Campos. La plataforma del llamado tren de la burra, acondicionado como vía verde, nos saca del apuro hasta Villalón de Campos. En la plaza Mayor se alza su magnífico rollo jurisdiccional gótico. Con sus más de 10 metros de altura simbolizaba el poder que tenían los señores nobles de la ciudad para impartir justicia. Nos dicen que en la carnicería venden el queso de oveja Patamulo que se elabora en el pueblo. Allá vamos. A las afueras del pueblo tomamos una pista ancha donde al poco, en la fuente del Rosario, el barro ataca de nuevo, poco a poco se va pegando a las ruedas. Difícil avanzar, pero lo conseguimos.


Fontihoyuelo está prácticamente deshabitado y algunas casas de adobe se desploman. Es el primer pueblo con bodegas subterráneas. Descansamos en el mirador de la iglesia de San Gervasio y San Protasio de Santervás de Campos, el edificio luce tres bellos ábsides del mudéjar. En la subida nos topamos con la estatua de Juan Ponce de León, oriundo de este pueblo, descubridor de la península de Florida y primer gobernador de Puerto Rico. Junto al albergue de peregrinos, han habilitado un original museo dedicado al conquistador. Hay que llamar antes para concertar la visita (619 252 457).

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En Arenillas de Valderaduey, primer pueblo de la provincia de León, tomamos el camino de sirga de la rivera del río Valderaduey. La maleza invade las rodadas dejando un estrecho sendero entre zarzas. Nos desviamos al castillo de Grajal de Campos. Sorprende su tamaño y su aspecto militar. Estaba diseñado para el uso de la artillería, aún conserva un cañón de época.


Sahagún es el final del Camino de Madrid y la puerta de entrada al Camino Francés. Bajamos a la ciudad por la colina donde se asienta la iglesia La Peregrina de ladrillo rojo. Sahagún fue uno de los focos primitivos del mudéjar, ese arte mestizo exclusivamente hispano; el muro norte de la capilla de San Mancio y las iglesias de San Tirso y San Lorenzo son prueba de ello.

 

 

Quinto día

SAHAGÚN - LEÓN (56,4 KM)
El Camino Francés

 

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Con las primeras pedaladas ya oímos el tradicional ‘¡Buen camino!’, la contraseña del peregrino. Desde luego se nota un claro cambio entre el Camino de Madrid y el Camino Francés. Se trata de la cantidad de gente. Durante los días previos rodamos casi siempre solos, a penas encontramos peregrinos. Ahora cuesta deleitarse de la soledad, empezamos a ver mayormente grupos de coreanos, parece que nuestro invierno es la temporada alta para ellos. Las gélidas temperaturas de la noche, unidas a la bruma matutina, provocan las primeras heladas del invierno. Los charcos de hielo crujen bajo nuestras ruedas. Naturaleza invernal con paisajes de postal que nos alegran la mañana. Sacamos los guantes y las bragas de cuello. El páramo leonés no cambia mucho del vallisoletano. Continúan las interminables rectas que planean entre campos de cereal salpicados de esporádicas choperas. Paisajes amplios que permiten ver las nevadas cumbres de la Cordillera Cantábrica al norte y, de frente, la oscura silueta de los Montes de León. 


Descartamos la opción que se dirige a Calzada del Coto y se ciñe al trazado de una antigua vía romana. Tomamos la carretera paralela al andadero de peregrinos acondicionado por la Junta. La novedad en este Camino, aparte de las innumerables señales oficiales como mojones, placas y flechas, son las huellas que dejan los peregrinos a modo de montones de piedras, cruces de ramas y mensajes. También hay numerosas áreas de descanso, aunque los árboles que se plantaron hace unos cuantos años aún no han crecido mucho. En verano, bajo el sol, estos tramos deben de ser aterradores. En invierno, el sol luce, pero no calienta.


Los pueblos tienen nombres largos, sin embargo, poco interés. No tardamos en llegar a Mansilla de las Mulas, cruzamos el Esla por el puente de medieval. Más adelante, por una larga pasarela con vistas al viejo puente de veinte arcos, salvamos el Porma. Desde aquí quedan 13 km sin historia hasta León. De hecho, a medida que nos acercamos el trayecto se va afeando entre polígonos industriales y autovías. Para entrar en la ciudad cruzamos el río Torio por una pasarela peatonal con vistas al puente medieval. Por las direcciones prohibidas tardamos un poco en subir al casco antiguo. La plaza de la catedral está engalanada con las luces de Navidad. Aires de fiesta. Vemos la Casa Botines, obra de Gaudí, el Panteón Real Colegiata de San Isidoro, un tesoro sin igual. Y por último nos pertrechamos en el Barrio Húmedo. Toca morcilla, sopa de ajo calentita, patatas picantes, incluso nos atrevemos con la asadurilla. Estamos en la gloria.

 

 

[Img #3131]

 

 

DATOS TÉCNICOS

·RUTA LINEAL: 293 km. Se puede dividir en 3 o 5 jornadas, según la forma física, las paradas o si se lleva una ‘e-bike’.

·TIPO DE BICI: una gravel o una btt convencional son válidas tanto en bikepacking como con alforjas. Se rueda por carreteritas, caminos de gravilla (vía verde) y caminos agrícolas a veces con tramos pedregosos o arenosos.

·DORMIR: hay hoteles, pensiones y casas rurales, además de albergues de peregrinos, en muchos pueblos y en todas las ciudades (Segovia, Coca, Simancas, Ciguñuela, Medina de Rioseco, Cuenca de Campos, Villalón de Campos, Santervás de Campos, Sahagún, Bercianos del Real Camino, El Burgo Ranero, Reliegos, Mansilla de las Mulas, Puente Villarente, Arcahueja y León). En invierno hay que llamar antes porque pueden cerrar.

 

 

 

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