Sábado, 06 de Septiembre de 2025 |

Continuación...

“Tendrán que pasar treinta años”

Cuatro días de Julio de 1958 en San Sebastián. Segunda parte

José María Abril

Dos figuras al fondo del corredor

 

Plomp, plomp, plomp, plomp…Alfred Hitchcock se dirigía desde su suite, la 405, hacia el ascensor de la cuarta planta del Hotel María Cristina, con su andar característico y dejando atrás a Alma Reville, su mujer, que cerraba con llave la habitación. Dos vueltas, raaack y raaack. No era desconfianza, es que entonces eran así las cerraduras de los hoteles, también de los de lujo.


Y allí, al final del corredor, estaba una pareja de jovencitos, él y ella, nerviosos, fingiendo que era como por casualidad, haciéndose los encontradizos cuando, al menos para el Maestro, era evidente que llevaban ya un buen rato esperando…

 

[Img #3363]“Buenos días, Mr. Hitchcock”, dijo Roman, en un inglés con inevitable acento del Este.
“Mmmm…” respondió Alfred Hitchcock en el idioma universal de los mugidos.
“Es que queríamos saludarle y pedirle un autógrafo. Nosotros también nos dedicamos al cine, ¿sabe?”.
“Mmmm…” volvió a responder el Maestro, mientras extendía su mano derecha hacia ellos.
Roman, a la velocidad del rayo, le puso un bolígrafo y una libreta en la mano, sonriendo a su novia, “¿ves, Bárbara, como había que tenerlo todo preparado?”.
Y Alfred, dirigiéndose a la chica, con aquel vozarrón que tenía
- “… ¿Nombre?”.
- “Bárbara”.
- “Bárbara… ¿qué más?”.

Y ella tragó saliva, sonrió todo lo que fue capaz y muy despacio, y en el fondo, con un sentimiento de orgullo:” Kwiatkowska. Barbara Kwiatkowska”.
El Maestro asintió pesadamente varias veces, miró a la chica, luego al techo, de nuevo a la chica, luego a su novio, otra vez al techo.
“With love to Barbara Lass. Alfred Hitchcock”.
Roman estiró el cuello todo lo que pudo para leer la dedicatoria.
”¿Que te había dicho yo, Bárbara?, con ese apellido era imposible… ¡es que es un genio! ¡Lass, Bárbara Lass, cuatro sílabas, ¡cuatro veces la a! Ya tienes un nombre para el cine”. 
Y el Maestro, pasando hoja de la libreta que le habían dado, apuntó con el bolígrafo al joven parlanchín.
- “¿Mmmm?” ….
El polaco balbuceó: “Roman …” y ahí se quedó parado, ahora era su turno de pasarlo mal.
- “Mmmm…no está mal, es como novela en francés. Roman ¿qué más?” dijo Hitchcock.
Azorado, sin saber que decir, el joven repitió “Roman que más” ...
- “Eso no es ningún apellido, jovencito. Usted tendrá alguno, ¿verdad?”
- “Polanski. Roman Polanski”.
- “Jajaja…ese es fácil. O sea que ustedes dos son polacos ¿eh?”.
- “Si, Mr. Hitchcock. Y hacemos cine, bueno…Bárbara es actriz, ya ha hecho su primera película que viene a concurso. Se llama “Eva quiere dormir”, ¿se quedará usted a verla? Y yo quiero ser director. Ya he, ejem, dirigido un corto de 10 minutos. Mire, es de dos hombres que salen del mar con un armario…”
Y Alma Reville, que llevaba un rato escuchando la conversación, le interrumpió con mucha delicadeza, “es que no llegamos, lo siento, vamos Alfred, cariño, firma ya, que es muy tarde”.
“To Roman Polanski, ¡good luck, colleague! Alfred Hitchcock”.
Al leerlo, el principiante llegado del Este se transmutó.” Bárbara, ¡me ha llamado colega!, ¡Alfred Hitchcock me ha llamado colega!, si cuando yo nací él llevaba años haciendo grandísimas películas.”


El joven aspirante a director se quedó observando a Alfred y a Alma, mientras se alejaban por el pasillo, y de forma leve inclinó la cabeza en señal de reconocimiento. Y, entre los labios, un “Gracias, Maestro”.
Si, ocurrió así. Quizá.

 

[Img #3351]

 

 

Problemas con la censura: No solo demasiado sexo

 

Aquellos cuatro días de julio de 1958 en San Sebastián fueron un despliegue de actividades por parte de Alfred Hitchcock. Sabía que “Vértigo” no era la película que se podía esperar del Mago del Suspense, era distinta de todo lo que había hecho. Seguro que ganar la Concha de Oro le podría ayudar mucho a que fuera aceptada y comprendida por el público. 


Y para ello incluso estaba dispuesto - él, que había ganado mil batallas a los Censores del Código Hays - a aceptar las condiciones que le impuso la Censura del Régimen de Franco para que “Vértigo” pudiera ir a Concurso en San Sebastián. Y no salía de su asombro…


En Hollywood había tenido - y seguiría teniendo- muchos problemas con el sexo en sus películas. Y los había conseguido solventar todos con astucia e imaginación. Sus recursos son parte de la historia del cine, imitados hasta la saciedad, incluso en los anuncios publicitarios. Ahí estaba la explosión de los fuegos artificiales en la escena de amor entre Cary Grant y Grace Kelly en la habitación Hotel Carlton de Cannes. O la “ingenuidad” con la que Grace le pregunta a Cary, en el picnic de la misma película, si prefiere “muslo o pechuga”. Años más tarde, el tren que entra en el túnel en “Con la muerte en los talones”. O los censores, desquiciados con aquellos sujetadores de Janet Leigh y desojados, viendo una vez y otra vez más, la escena de la ducha de “Psicosis”, creyendo ver lo que no estaba en las imágenes.


Pero aquí, en España, no le pusieron pegas a la escena de amor de “Vértigo”, probablemente una de las más perturbadoras de toda la historia del cine. No, aquí, “ningún problema, como no se ve nada” …Pero lo que sí le dijeron es que el final tenía que ser más “claro”, que no se entendía bien si cogen o no cogen al culpable .¿Pero qué era aquello?.Problemente no eran los censores más listos a los que los que se había enfrentado.

Pues, nada, nada, rodaré una escena más para que “estos caballeros puedan entenderlo”. Y así lo hizo, añadió una escena, al final, de forma que se pudiese proyectar en el Certamen de San Sebastián.


Esa escena “chirriaba” y, en el mejor de los casos, no aportaba nada salvo la satisfacción de la Junta de Censura. No consta que se viera en ningún sitio más que en San Sebastián, se eliminó del montaje después de la proyección oficial para no volver a verse nunca más en los cines.


Pero esa no fue la única muestra de la intromisión de los guardianes de la fe que padeció Hitchcock aquellos días de San Sebastián. De formación católica y jesuítica, siempre tuvo en ello un “problema no bien resuelto”.

Probablemente fuera uno de esos “agnósticos creyentes” que un día son lo primero y al siguiente, lo segundo. Seguro que no fue el único. Ni entonces ni ahora. Los últimos días de su vida, Hitchcock solo dejaba que le visitaran dos sacerdotes con los que tenía largas charlas. Quizá no haga falta decir que eran jesuitas.


Cuando estuvo en San Sebastián, y luego en Bayona, aquellos días de 1958, entró en cuantas iglesias encontró. Le hicieron muchas fotos que también fueron prohibidas por la censura, no se pudieron publicar en España ya que - argumentaron- “había adoptado una actitud impía” (!). Definitivamente, aquellos censores eran algo distinto a lo que él había esperado. Si hoy conocemos algunas de esas instantáneas es porque las publicó “Paris Match”. Huelga decir que el número de esa revista en el que aparecieron también fue prohibido en España. Más papistas que el Papa.

 

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El veredicto del jurado

 

Y llegó el último día del Festival, el 29 de julio de 1958. Ese día se haría público el resultado de las deliberaciones del Jurado.


Para entonces, Alfred Hitchcock y Alma Reville habían partido para Estados Unidos, el lunes empezaban a rodar su siguiente película. Y ya habían hecho todo lo posible por “Vértigo” en San Sebastián, incluida una presentación en el Victoria Eugenia, antes de la proyección, en la que dejó a todos encantados con su gran sentido del humor. Unos días antes de que se conociera el resultado, el jueves 24 de 1958, Alfred y Alma habían cerrado por última vez la puerta de la Suite 405 (“raaack, raaack”) del Hotel María Cristina dejando para siempre una ciudad a la que, aunque no volverían nunca, jamás olvidarían. Ni la ciudad tampoco a ellos.


También Kirk Douglas había regresado a Estados Unidos. Dalton Trumbo le esperaba en Los Ángeles para discutir las primeras ideas para “Espartaco”.


Pero Bárbara y Roman, si se quedaron hasta el final del Festival, no tenían nada urgente que hacer en Polonia, y además había que aprovechar que el hotel lo tenían gratis.

El Jurado hizo público su veredicto…


· Concha de Oro a la mejor película: “Eva quiere dormir”.
· Concha de Plata: “I signori ignoti”.
· Concha de Plata ex- aequo: “Vértigo”.
· Y para Kirk Douglas y sus “Vikingos”, nada, ni agua.

 

Las reacciones de sorpresa por parte de todo el mundo fueron antológicas.¿Qué era aquello? Solo un par de jóvenes empezaron a dar saltos y gritos de alegría mientras se abrazaban, riendo y llorando al mismo tiempo. La película de Barbara Kwiatkowska se había llevado la Concha de Oro. “Has ganado, Bárbara, ¡has ganado!” le gritaba Roman. “¿Te lo puedes creer?”. Pues no, no se lo podía creer. Ni ella ni nadie. “Vértigo”, solo el segundo premio, y además, compartido. Y todo el mundo tenía clarísimo que, si no hubiera sido por la presencia de Hitchcock en San Sebastián, se hubiera ido “de vacío”.


¿Qué le pasó al Jurado? Sin duda, sus componentes (Berlanga y Anthony Mann, entre ellos) entendían de cine. Pero entonces, ¿habían llegado a ver las películas?, a lo mejor, ni eso.” San Sebastián es tan bonita, mejor pasear por la ciudad, las pelis ya las veremos antes o después…”

 

[Img #3354]

 

 

“Tendrán que pasar treinta años”

 

¿Podemos ir, por un momento, a la librería Herriak, en Bilbao, unos años más tarde? Allí, Guillermo Cabrera Infante presentaba su libro “Arcadia todas las noches” que le acababa de publicar Seix Barral. Era 1979.
Maite y yo estuvimos escuchándole y al final nos acercamos a saludarle a él y a su mujer, Miriam Gómez.

Estuvimos un largo rato charlando. Quizá les caímos bien. Nos hablaron de sus días en La Habana, aunque ahora vivían en Londres. De cómo G. Caín, seudónimo que utilizaba, había pasado de ser un escritor perseguido por el régimen de Batista a ser uno de los intelectuales más apreciados por el naciente régimen de Fidel Castro. Y cómo, después, fue represaliado también por los castristas y tuvo que exiliarse. Nos contó sus intentos, reiterados y fallidos, de traducir al castellano el intraducible “Finnegans wake” de James Joyce. ¡A mí me lo decía !, yo había intentado varias veces leer el “Ulysses” para no conseguir terminarlo nunca. Jajaja…se reía él. Y charlamos de cine, ¡cómo no!, “Arcadia todas las noches” era un compendio de sus crónicas sobre las películas que él vio en los últimos años cincuenta en La Habana. También, y, sobre todo, hablamos mucho de “Vértigo”.


Quedamos en seguir haciéndolo en su casa de Gloucester Road en el viaje que haríamos Maite y yo el mes siguiente a Londres, como todos los noviembres de aquellos años. “No dejen de venir a casa, este es nuestro teléfono y esta, nuestra dirección. Les esperamos ¿eh?” . Al llegar a Londres, pensamos en llamarles para ir a visitarles. Pero, cualquiera que nos conozca, ya sabe que, por mucho que lo pensáramos, la decisión estaba tomada de antemano …y es que no nos gusta “dar la pelmada”.


Pues bien, en “Arcadia todas las noches”, Cabrera Infante se declara como uno de los que cayeron, irremediablemente y para siempre, bajo el hechizo de “Vértigo” cuando la vio, a finales de 1958, en el Cine Arcadia de La Habana (a mí me ocurriría en los primeros años sesenta, en “el cine del cole de jesuitas” de Burgos). 


Y el cubano escribió, ya entonces, una frase profética: “Tendrán que pasar treinta años para que esta historia de amor sea comprendida”. Habría que esperar, en su opinión, a que el juez supremo del Arte llegara…
Desde luego, ese tiempo no había llegado para el Jurado del Festival de San Sebastián.


Durante muchos años, “Vértigo” siguió siendo una obra menospreciada entre todas las de Hitchcock. Era tan diferente a las demás... Incluso cuando “el Maestro” hablaba de ella lo hacía de forma casi indiferente. Pero acaso no es eso “una obra maestra”, algo que se escapa al control de su autor, que le desborda, que adquiere vida propia y que ni el mismo que la ha creado llega a comprenderla en su integridad, el autor solo ha sido un instrumento.


Desde la Antigua Grecia, las Artes que se reconocían como “superiores” se fijaron en seis, una convención que, al menos metodológicamente, tuvo y tiene cierta utilidad: Arquitectura, Escultura, Pintura, Música, Literatura y Danza. Y a lo largo del siglo XX, con la correspodiente controversia, se fue añadiendo el Cine como una más, la séptima. Muchos argumentaron- y no sin razón- un cierto carácter híbrido ya que se alimenta de las restantes manifestaciones artísticas. ¿No es la imagen una forma de pintura?,¿un buen guion de cine no es literatura e incluso poesía? ¿y no hay bandas sonoras que superan a muchas obras de las llamadas clásicas? Pero ya nadie discute que el Cine es el Séptimo Arte. En cualquier caso, desde el punto de vista de influencia en la cultura global de nuestro mundo y nuestro tiempo probablemente sea el Cine el arte de mayor trascendencia en el último siglo.


Y ahora los debates están en cual sería el octavo arte. Opiniones, todas las que se quieran. ¿La fotografía?, si, vale. El Cómic, no lo veo yo muy claro. ¿Los videojuegos?, ¡venga ya, genial!, ¡cualquier cosa! .Y otra vez, el tiempo, solo el tiempo, será quien juzgue.


No sé qué grado de premeditación tuvo Hitchcock en que “Vértigo” fuera un compendio de las Artes Clásicas pero lo cierto es que ahí están la mayoría, a veces sin que nos demos cuenta: Probablemente sea el mejor estudio de la Arquitectura a través del tiempo en la ciudad de San Francisco. El Cuadro de Carlota Valdés en el Museo de Bellas Artes es una pieza angular en la historia de Vértigo. El guion es, en mi opinión, una las grandes obras literarias y poéticas del Siglo XX. ¿Y no es la partitura de Bernard Herrmann una de las mejores obras sinfónicas jamás escritas? Desde luego, para quien escribe esto sí lo es. Maite me recuerda en 1981, en California, volviendo con un vinilo, bajo el brazo, con la Banda Sonora que había encontrado en una pequeña tienda de discos al lado la Universidad de Berkeley. “¿Que te ha pasado?”.


Si, Vértigo, desde que se proyectó en 1958 en San Sebastián, era ya una obra de arte por descubrir.

 

 

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El veredicto del tiempo

 

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El Jurado del Sexto Festival Internacional de Cine de San Sebastián había emitido su fallo. ¿Qué pasó después? 


• “Eva quiere dormir”, ganadora de la Concha de Oro, debió ser una peliculita simpática. Apenas se proyectó, yo no conozco a nadie que la haya visto. Se pueden encontrar algunas referencias en las enciclopedias y en las bases de datos. El tiempo no tardaría en relegarla al olvido y ahí sigue.


• Bárbara Kwiatkowska, su protagonista, se cambió el apellido. Si, Bárbara Lass era mucho más fácil de escribir y pronunciar. Hizo algunas otras películas y luego, también el olvido. Para ella, fueron unos días maravillosos en San Sebastián, pero todo pasó, como lo hizo su historia de amor con Roman Polanski.


• Alfred Hitchcock y Alma Reville empezaron el rodaje de su siguiente película un lunes, justo después de volver de San Sebastián. “North by northwest” (“Con la muerte en los talones”). Pero fueron tan inolvidables para ellos aquellos cuatro días que, a pesar de que su “Vértigo” había sido relegada por el Jurado, al año siguiente volverían a concursar en San Sebastián con esa nueva película. Y esta vez, en 1959, ni siquiera un premio de consolación, nada de nada, ni una mención, ¿pero que les pasaba a aquellos Jurados?. Y eso que no solo suponía un cambio de estilo radical, es que “Con la muerte en los talones” sentó el canon por el que se guiaría el cine de acción y espionaje en los años siguientes. James Bond no hubiera sido James Bond sin “Con la muerte…”. Y si me apuran, ni Jason Bourne sería como lo conocemos hoy si el Maestro no hubiera empezado aquella película justo después de volver de San Sebastián.


• “Vértigo”, al principio menospreciada, luego simplemente minusvalorada, luego reconocida como algo diferente, más tarde como Obra Maestra y, a lo largo de este Siglo XXI, aclamada como no solo la mejor obra de Hitchcock sino la Mejor Película de toda la Historia del Séptimo Arte, por encima de Ciudadano Kane. ¡Qué razón tenía Guillermo Cabrera Infante!. Tendrían que pasar treinta años… 


• Kirk Douglas, a cuyos “Vikingos” se le había negado cualquier tipo de valor, volvió a Hollywood, hizo “Espartaco” de la que despidió como director a Anthony Mann para contratar a Stanley Kubrick. Curiosamente Mann había sido miembro de aquel Jurado de San Sebastián (¿no sería que donde las dan…?). Desde hace mucho tiempo, “Los Vikingos” es reconocida como una estupenda película.


• Y Roman Polanski, acabada su historia de amor con Barbara, conocería a Sharon Tate. Y con ella, la tragedia de la casa número 100500 de Cielo Drive, en Beverly Hills, aquella terrible noche del verano de 1969. Polanski dirigió películas, muchas de ellas con fuerte influencia de El Maestro. Incluso llegó a ganar un Oscar, algo que le fue siempre negado al director más grande que ha existido nunca, Mr. Alfred Hitchcock quien, mientras vivió, jamás olvidó aquellos cuatro días de julio de 1958 en una ciudad llamada San Sebastián.

 

Y NADA MÁS. POR MI PARTE, SI HAN LLEGADO HASTA AQUÍ, LES AGRADEZCO MUCHO SU INTERÉS. ME COMPROMETO A QUE, SI EL MISTERIO DE LA SUITE 405 LLEGA A ACLARARSE, LO CONTARÉ EN ESTAS MISMAS PÁGINAS. MIENTRAS TANTO, VEAN - O VUELVAN A VER- “VÉRTIGO”. Y VAYAN- O VUELVAN A IR - A DONOSTIA / SAN SEBASTIÁN.

 

 


 

El veredicto del tiempo. 
Solo el tiempo juzgará nuestra obra

Ángel Toña Guenaga

 

Tendrán que pasar treinta años” dice Jose Mari Abril, para que sea el tiempo el que juzgue la magnitud de una obra. La de Hitchcock, la de Polanski, la de todos.
Escribo diarios sobre hechos y pensamientos. Y llevo una aplicación en el móvil con mi agenda, sin la que sería incapaz de recordar mis obligaciones más formales. Si comparo la agenda con mi diario, tienen poco que ver. Lo relevante del día, muchas veces, no estaba previsto, al menos en el modo como se ha producido.
Analizo mi vida pasada. Creo ver en ella una cierta coherencia. Pero me pregunto qué y cuánto de lo sucedido podría anticipar cuando era joven. Cualquier vaticinio que hiciera, poco tendría que ver con la realidad que sólo se desvela con el paso del tiempo. Y sucedió. Y pude encontrarle un sentido, quizá lo andaba buscando, pero poco de lo anticipado ocurrió.
La vida es una suerte de temeridad emprendida, con todas las artes de la prudencia. Pero nuestros cálculos minuciosos vienen a rendirse ante la inmensidad del azar que sobreviene (S. Zweig).
Ayer, en Portugal, al realizar la facturación de vuelta a casa en el aeropuerto…. ¡Había perdido mi DNI!, sin el que no me dejaban embarcar. Fui corriendo a donde un rato antes, estuve sentado, y allí había una mujer que me dijo ¿busca esto?, ¡Era mi DNI, mi identidad formal extraviada!

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